(Pienso, hablando legalmente, que hay una razón muy sólida para enjuiciar a todo presidente norteamericano desde la segunda guerra mundial. Todos han sido francos criminales o han estado involucrados en serios crímenes de guerra.) Chomsky

Wednesday, June 18, 2014

¿Una nueva política exterior para India? | esglobal

¿Una nueva política exterior para India? | esglobal





AFP/Getty Images
El nuevo Primer Ministro indio, Narendra Modi (derecha), da la mano a su homologo paquistaní, Nawaz Sharif, durante una reunión en Nueva Delhi, mayo 2014.

El flamante primer ministro indio, Narendra Modi, no ha tardado en marcar su impronta en política exterior. La ceremonia de investidura en Nueva Delhi ha sido una perfecta escenificación de la importancia que concede el nuevo Gobierno a los asuntos internacionales y, particularmente, a su vecindario inmediato. Dirigentes de todos los países vecinos –incluyendo el primer ministro paquistaní– asistieron a la ceremonia, lo que marca un hito en la historia del Sur de Asia. Al igual que sucede en el interior de India, fuera del país –tanto regional como globalmente– las expectativas creadas son muchas. La política exterior de Modi no va a suponer una ruptura brusca con la década Singh, pero seguro será más proactiva, asertiva en algunos casos y con la economía jugando un mayor papel.
India es ya la décima economía mundial y un socio comercial y económico de primera magnitud para las grandes economías asiáticas y países de la OCDE. Sin embargo, la relación económica con sus vecinos es escasa y en algunos casos irrelevante. India afronta un vecindario complicado –todos sus vecinos, salvo Bután, figuran entre los 30 primeros del ránking de Estados fallidos elaborado conjuntamente por la revista Foreign Policy y el Fondo por la Paz– y adverso –todos, de nuevo salvo Bután, albergan importantes sentimientos antiindios–. Las razones son, fundamentalmente, políticas y tienen consecuencias graves, en primer lugar, en lo que respecta a la seguridad india, pero también lastran las posibilidades de desarrollo y aspiraciones globales de  Nueva Delhi.
Pakistán es, como es sabido, la principal preocupación regional de India. Las relaciones entre ambos desde la independenciahan pasado por diversas fases, pero nunca han estado exentas de tensiones y desconfianzas. No en vano, se han enfrentado en cuatro guerras (1947-48, 1965, 1971 y 1999) y sólo en los últimos años han estado a punto de hacerlo en otras dos ocasiones (2001-2002 y 2008). En ambos casos, tras graves ataques terroristas contra los parlamentos de Srinagar y Delhi y la ciudad de Mumbai respectivamente, gestados en territorio paquistaní y con clara participación de determinados actores estatales. Por ello, la presencia del primer ministro paquistaní, Nawaz Sharif, en la investidura de Modi, despierta esperanzas sobre la reanudación del paralizado proceso de normalización iniciado en su día por él mismo y Atal Vajpayee, el otro primer ministro del BJP que ha tenido India, y que se vio truncado por la guerra de Kargil (1999) y los atentados terroristas referidos.
Este deshielo indo-pakistaní ha estado plagado de gestos –el sari blanco que ha enviado Sharif para la madre de Modi y el chal que éste le había enviado previamente–, pero también de contenidos –una reunión de una hora entre ambos mandatorios en, según parece, un clima de cordialidad–. La difícil situación económica de Pakistán es uno de los elementos que impulsan a Sharif a buscar una mejora en las relaciones bilaterales. Esto también podría reportar oportunidades a India, pero lo que busca Modi –y es lo que India lleva décadas persiguiendo– es un acomodo funcional con su problemático vecino. La evolución de este deshielo dependerá de la capacidad de Sharif de controlar a los sectores de las Fuerzas Armadas y la inteligencia (ISI) no interesados estratégicamente en la perspectiva de una paz duradera con India y que, además, tutelan la actividad de una parte significativa del terrorismo yihadista radicado en el país. La pelota está, pues, en el tejado de Islamabad.
Modi ha puesto mucho empeño, también, en mostrarse como un líder responsable y disipar los temores que su acervo nacionalista hindú provoca en algunos sectores. El programa electoral del BJP habla de una revisión de la doctrina nuclear india pero, como ha reiterado el propio Modi, su política de no primer uso y de no uso contra países no nucleares no está en cuestión. El objetivo es actualizar el planteamiento y despliegue nuclear indio para garantizar una capacidad de respuesta (second strike) creíble ante un hipotético ataque. Una posición más sólida de Nueva Delhi en esta cuestión puede resultar más propicia para superar litigios tanto con Pakistán como con China.
El relanzamiento de las relaciones con Pekín es, precisamente, otro de los elementos destacados de estos primeros días del Gobierno de Modi. El primer ministro chino, Li Keqiang, fue el primero en felicitarle telefónicamente y el ministro de Exteriores chino, Wang Yi, ya se ha reunido en Nueva Delhi con la recién nombrada, SushmaSwaraj –primera mujer en ocupar el cargo de ministra de Exteriores y una dirigente de peso y larga trayectoria en el BJP– para articular este reacercamiento. Las disputas fronterizas son el principal escollo y pese a su persistencia en el tiempo y la creciente asertividad china, no resultarán necesariamente insuperables. En las últimas dos décadas, cuando le ha resultado conveniente, Pekín ha dado muestras de un enorme pragmatismo y capacidad de resolución de litigios fronterizos enquistados. Los aspectos económicos serán los que, probablemente, dominarán en primer lugar la agenda bilateral. Gujarat, el Estado indio gobernado por Modi desde 2001, ha recibido, de hecho, el grueso de la inversión china en India y el propio líder indio ha visitado China en cuatro ocasiones. De momento, Modi y el presidente Xi Jinping se verán en la cumbre de los BRICS que se celebrará en julio en Brasil y el primer ministro indio ya ha transmitido a Pekín su invitación para que Xi visite Nueva Delhi antes de finales de año.
Estados Unidos es el otro gran vector de la agenda exterior de India y las expectativas con esta nueva etapa son, de nuevo y en ambos lados, muy altas. Con la llegada de Modi, Washington confía en poder desatascar su relación con Nueva Delhi. Lo que tiene algo de paradójico ya que el primer ministro indio está sujeto desde 2005 a restricción de visado por parte de EE UU por los disturbios comunales de marzo de 2002 en Gujarat. La administración Obama se ha apresurado en felicitar a Modi y transmitirle su invitación para que visite Estados Unidos, pero ha recibido críticas por este acercamiento tardío. Modi, por su parte, ha indicado que no alberga ningún resentimiento hacia Washington y ha mostrado su deseo de construir una relación sólida y profunda, sobre la “base de la igualdad y el beneficio mutuo”. En línea con el pensamiento estratégico de Vajpayee, Modi considera que India y EE UU son “aliados naturales”.
Modi visitará la Casa Blanca a finales de septiembre y ha hecho caso omiso de quienes le sugerían que, como represalia por el veto previo, se reuniera con Obama exclusivamente en Nueva York durante la celebración de la Asamblea General de Naciones Unidas. En palabras de C. Raja Mohan, uno de los investigadores indios más reputados e influyentes, y que ha expresado en diversas ocasiones su apuesta por una alianza estrecha entre Washington y Nueva Delhi, “Modi ha entendido lo que muchos en la comunidad estratégica india no han hecho. Una relación activa y productiva con EE UU provee de mucho más peso diplomático a India en su interacción con otras grandes potencias, incluidas China, Rusia, Europa y Japón, así como una ampliación del margen de maniobra en Asia y el océano Índico”.
Bután es la primera parada en la agenda de visitas internacionales de Modi. Se trata, como se ha indicado, del país del vecindario con el que Nueva Delhi mantiene una relación más fluida y amigable. Así que el viaje es un reconocimiento a esta situación, permite al nuevo dirigente testar y engrasar su maquinaria diplomática en un entorno favorable y se enfatiza la prioridad que concede Modi a la mejora de las relaciones con el vecindario inmediato. Los siguientes destinos en la agenda son Japón, Nepal y Australia, es decir, un vecino y dos socios estratégicos con los que es previsible un estrechamiento significativo de las relaciones. Además del resto de países del vecindario y Afganistán, Israel y Singapur son países que, con toda seguridad, entrarán pronto en la agenda de Modi, quien, de hecho, ya los ha visitado en su capacidad de Ministro Jefe de Gujarat (al igual que Japón). 
El sector de negocios europeo –igual que el de EE UU– ha recibido y respaldado con entusiasmo la llegada de Modi al poder. Sin embargo, y aunque las reformas del nuevo primer ministro ofrezcan muy probablemente buenas oportunidades de negocio para grandes compañías europeas, la Unión Europea no parece figurar en la agenda de prioridades de Modi. La UE, a diferencia de algunos Estados miembros (significativamente Francia, Alemania y el Reino Unido), no tiene una imagen muy definida ni gran relevancia a ojos de Nueva Delhi, a pesar de que –como tal– es su principal socio comercial. España, como expuso en una reciente conferencia en Casa Asia el embajador español en India, Gustavo de Arístegui, ha hecho los deberes y en los últimos tiempos la relación entre Madrid y Nueva Delhi, particularmente en materia económica, se ha reforzado significativamente y algunas de las grandes empresas españolas se encuentran bien posicionadas en el mercado indio. Sin embargo, aún es necesario un esfuerzo adicional por introducir en el pensamiento estratégico indio la idea de España como socio global (UE, América Latina, Mediterráneo) para Delhi. Las posibilidades que ofrece España, particularmente en lo que se refiere al acceso a América Latina y el Mediterráneo son muchas y deben ser exploradas. Esa es la línea en la que conviene trabajar para aprovechar la ventana de oportunidad que se abre con el nuevo Gobierno.

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