

hojas abiertas artefactos de tinta bombas de rabia gritos pintados con la ternura de los ojos estampados en la cara oculta del espectacular progreso lunas partidas para desnudar la mercaduria tiznada por las manos rotas añicos y astillas del dolor y restos intactos de la abundancia que nos idiotiza hasta matarnos de hambre.
(Oaxaca, México) Es una zona de guerra. Tropas de la Policía Federal Preventiva (PFP) y de la Agencia Federal de Investigaciones (AFI) tomaron la capital del estado, después de 13 horas de violentas batallas. Y sin embargo, aún no asumen el control, al contrario, da la impresión que fueron cercados por miles de insurrectos y tres mil 600 barricadas.
El saldo preliminar de este día de batalla, es de dos muertos, diez heridos, 50 detenidos, 15 autobuses y otros cuatro vehículos de motor incendiados, un agente de la PFP retenido y el decomiso de una tanqueta antimotines.
Desde las ocho de la mañana de este domingo negro para Oaxaca, cuatro mil 536 efectivos de la PFP apoyados por 120 agentes de la AFI, con chalecos antibalas, mascarillas, armas de asalto R-15, bazucas y bombas químicas, se alistaban con seis helicópteros, 14 tanquetas antimotines con agua y gases pimienta y lacrimógeno, para entrar a la capital del estado.
Desde la XEUBJ "Radio Universidad", la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca, la (APPO), hacía un llamado al pueblo para salir a las calles a protestar pacíficamente con flores y pancartas, pero sin confrontar a los uniformados. El llamado fue todo un éxito. Miles de personas se desbordaron por las arterias y levantaron cientos de barricadas, hasta donde nunca se habían instalado. Es una real insurrección social.
"El pendejo de Vicente Fox acaba de dar el banderazo del inicio de la revolución del Siglo XXI", gritaba un enfurecido joven universitario a la columna de policías que avanzaba lentamente sobre la carretera internacional 190, a la altura de San Pablo Etla.
Otra señora les mostraba un crucifijo y una imagen de la Virgen de Juquila con una cartulina que rezaba: "Abascal, juraste por Dios que no ibas atacar, que Dios te perdone".
Otra mujer regalaba flores a los uniformados que permanecían indolentes a la protesta pacífica.
Como parte de esta resistencia, cuatro personas —entre ellas el artista plástico Hugo Tovar y Patricia Jiménez, de la Coordinadora de Mujeres Oaxaqueñas Primero de Agosto, y dos hombres que dijeron ser "pueblo"— se desangraron frente a la columna de la PFP.
A las 13:30 horas, se conoció que por la carretera Oaxaca-Puerto Ángel empezó a avanzar la PFP y la AFI con dos traxcavos que levantaban las barricadas.
Instantes después, se encendieron los motores de los carros antimotines y comenzaron a sonar las sirenas. Los uniformados hicieron tres columnas horizontales. En un momento de desconcierto la gente intentó correr, pero se arrepintió y le hizo frente a la policía; con insultos unos, otros implorando compasión y los más advirtiéndoles que se iban a arrepentir, pues a partir de esa noche, amenazaron, comenzaría la peor etapa de su vida.
Los inconformes lograron contener por unos minutos a los policías, razón por la que los altos mandos optaron por enviar por delante las tanquetas. No contaban con que la gente estaba decidida a morir. Como camicaces hombres y mujeres se acostaron en el asfalto arriesgándose a que los vehículos antimotines los arrollaran. Hubo necesidad de que los propios uniformados los retiraran a la fuerza y las tanquetas arrojaran chorros de agua con gases lacrimógenos y pimienta para enfilarse rumbo a la capital de Oaxaca.
Los cientos de personas se convirtieron en miles. Marchaban al frente del convoy. La gente que arrojaba piedras a los uniformados fue calmada por los mismos inconformes con el gobernador Ulises Ruiz, quienes les recordaban que su lucha es pacífica.
El coraje de la gente se desfogó gritando: "¡Ulises ya cayo, ya cayó!". Otros jóvenes, ancianos y adultos recriminaban a los uniformados, sin embargo, fueron dispersados con chorros de agua.
Pronto, la gente —dando un significado irónico a la presencia de la policía federal en Oaxaca— empezó a agradecer a los efectivos que estuvieran ahí para detener al gobernador Ulises Ruiz Ortiz. Otros, les aplaudían diciéndoles sarcásticamente "este apoyo sí se ve" y con tono mordaz les gritaban "¡avanzar, avanzar en la lucha popular!".
Pero al llegar al crucero de Hacienda Blanca, los policías comenzaron a ver su suerte. Las barricadas, que se hicieron cada vez más monumentales los obligaron a replegarse y tomar otros caminos. Pronto se vieron entrampados por su desconocimiento y envueltos en una revuelta social.
Después de replegarse en San Pablo Etla, la PFP fue a desarmar barricadas, reforzadas por cientos de personas que salieron de sus casas con pancartas en repudio de la incursión de la fuerza pública federal en el estado.
Luego quisieron entrar a Brenamiel, la barricada más grande de Oaxaca. Fue inútil. Una tanqueta intentó entrar a dispersar a la gente aventándoles agua y gas pimienta. Invadió el ambiente, pero no el ánimo de los pobladores caracterizados en esa barricada porque siempre están presentes en enfrentamientos o tomas de dependencias estatales. Son aguerridos y muy jóvenes, incluso niños que no temen aventar piedras o usar machetes para cortar madera para alumbrar las fogatas nocturnas de la barricada.
Cuando los pobladores vieron que la tanqueta los estaba agrediendo, tomaron las riendas de una pipa de agua que circulaba por el lugar y la colocaron delante de la tanqueta, atravesada entre la avenida San Jacinto Amilpas y Brenamiel. Se treparon en ella y comenzaron a aventar piedras hacia la tanqueta, hasta afectarle la pistola desde donde aventaba el agua y el gas.
La resistencia provocó que las tanquetas se replegaran y decidieran entonces llegar al centro de Oaxaca por otro lugar. De cualquier forma no podían pasar por la avenida, pues estaba cercada por traileres, camiones, cables de púas, piedras, entre otras cosas. Era difícil circular por el lugar, pues incluso la misma población lo impedía. Esperaban a la PFP y la recibieron repeliendo su entrada. Portaban cuetes y se defendieron con piedras y palos.
De regreso, la PFP con su valla de policías al frente y en la retaguardia decidió ir al centro por Rivera de Atoyac. Circularon junto al río, donde también encontraron resistencia de pobladores de las colonias aledañas. Avanzaban aventando gas y agua a la gente que corría desesperada ante el temor de que les dispararan con armas de fuego. Ardían los ojos y no se podía respirar, no obstante los pobladores insultaban a los uniformados. De cuando en cuando las tanquetas amenazaban con querer entrar a las colonias.
A su paso, los vehículos oficiales se encontraron barricadas de piedra. En una se atoró una tanqueta y la gente aprovechó el momento para intentar apoderarse de ella. "¡Píquenle las llantas!"; "¡aviénteles piedras!"; "¡tómala!" gritaban algunos. Otras cinco tanquetas aparecieron para destrabarla, mientras la gente le aventaba piedras quebrándole los vidrios. Al final no la obtuvieron, aunque el gas se dispersó más.
Desesperación y tensión se prolongaron en la calzada del Tecnológico, donde se registró un enfrentamiento entre pobladores y policías. Ahí murió el enfermero Jorge Alberto López Bernal, de 35 años. Lo mató el cartucho de gas que se le incrustó en el pecho. Su cuerpo fue trasladado a las instalaciones de Canal 9, del gobierno estatal, donde fue velado cubierto con una bandera de México. La gente le rezó rosarios, mientras se esperaba el arribo de sus familiares.
"Abascal dijo en la Cámara de Diputados que en nombre de Dios no habría represión. Este es el diálogo que quiere Fox y su gobierno. Abascal no conoce a Dios sino al demonio", afirmó una señora que no se identificó por temor a represalias.
Del otro lado del Tecnológico la gente comenzó a bajar de sus comunidades y denunció que una mujer vestida de negro era infiltrada de los priistas. Muy cerca, detrás de la empresa refresquera Pepsi del lugar un joven, Fidel García, fue agredido con arma blanca y posteriormente murió. "Fue un priista" acusaron los pobladores, al tiempo que advertían a la prensa que gente del "Chuky" (Jorge Franco) y Heliodoro Díaz, había ordenado agredir a reporteros y fotógrafos que cubren el conflicto desde hace 160 días. Denunciaron que la policía había golpeado a la gente "y había lesionados".
El camino directo al centro, por avenida Morelos, se veía nubloso por el gas, pero el efecto no impidió a los habitantes seguir apoyando al grado que en el camino salían familias enteras a ofrecer trapos, cubetas con vinagre, refresco o tapabocas a quienes circulaban por ahí. La recomendación para todos era que se cuidaran y ofrecían su ayuda pues rechazaban la incursión de la fuerza pública en su estado.
Al llegar al centro, elementos de la PFP tomaron la zona impidiendo el paso, incluso a reporteros y fotógrafos. En la calle independencia no pudieron pasar ni los que se hospedan en el Hotel San Miguel.
Cerca de ahí se habían incendiado tres camiones, en el entronque de las avenidas Porfirio Díaz y Morelos, Independencia y 20 de noviembre, y Morelos y García Vigil.
Hasta el cierre de esta edición se denunció que dos policías, al parecer de la PFP, habían sido detenidos y quemados en el Puente Valerio Trujado y que 60 policías fueron retenidos en la Agencia de San Martín Mexicana.
De hinojos, con la bandera nacional en alto, con su sangre como ofrenda, un ciudadano se coloca frente a los vehículos de la Policía Federal Preventiva (PFP) para tratar de evitar su paso. No es el único. No lejos de allí, decenas de oaxaqueños se tiran al piso para formar una alfombra humana que evite el avance de las tanquetas que lanzan chorros de agua a presión.
En las calles de la Oaxaca son mujeres, niños, jóvenes, ancianos quienes se enfrentan de manera no violenta a los gendarmes federales. En pequeñas cartulinas escriben: váyanse, no son bienvenidos. Son miles de personas las que usan su cuerpo como única arma para resistir la agresión policial. Han convertido el miedo en rabia, la humillación en dignidad.
En tres barricadas la tensión sube de tono. Hay quienes arrojan palos y piedras. Unos pocos quieren aventar molotovs. Otros más lanzan cohetones. Grupos de jóvenes y pobres urbanos desean enfrentarse con los uniformados. Desde Radio Universidad, voz del movimiento contra Ulises Ruiz, los locutores insisten una y otra vez en enfrentar de manera pacífica la incursión de los gendarmes federales. Paciencia, calma, inteligencia, recomiendan. No caer en provocaciones, insisten. El ofrecimiento gubernamental de un operativo de disuasión limpio y sin contacto se esfuma desde los primeros momentos. Son palabras. La policía arroja gases lacrimógenos, blande los toletes, dispara armas de fuego, catea domicilios particulares, detiene ciudadanos, agrede a periodistas y confisca su material gráfico. Su consigna es avanzar con todo, tomar edificios públicos, borrar las huellas que den testimonio de sus tropelías, hacer sentir su fuerza.
Como en Atenco, el gobierno monta una gran campaña mediática para tapar las atrocidades de sus gendarmes. El secretario Abascal declara que no hubo muertos, que el saldo es blanco. Lo mismo hace el presidente Fox. Pero la voz de los difuntos los desmiente. Los más de 50 detenidos los refutan. Los heridos lo niegan. Otra vez más, como en Lázaro Cárdenas y como en el mismo Atenco, la agonizante administración de Vicente Fox se mancha las manos de sangre. Es la batalla de Oaxaca. Es la revuelta popular más importante en muchos años y el intento de sofocarla por la vía de la represión. En ella está contenida la prefiguración del rumbo que pueden tomar las protestas populares en México. Aunque el poder diga que la incursión busca garantizar la seguridad pública, lo que para él está en disputa ahora es la destrucción de la nueva sociabilidad tejida desde abajo y el sotenimiento de Ulises Ruiz. En cambio, para quienes intergran el movimiento lo que se pelea es su proyecto autónomo, tanto como su vida misma.
La batalla de Oaxaca es un combate en el que el gobierno federal juega sus cartas como siempre, pero el movimiento popular despliega las suyas con imaginación y audacia. Mientras las fuerzas federales se comportan como un ejército de ocupación extranjero engolosinado con las posiciones que ocupa, los oaxaqueños enarbolan centenares de banderas patrias y cantan el Himno Nacional. En la disputa por los símbolos patrios, la gobernación perdió el primer asalto. No bien la PFP tomó el centro de la ciudad y posiciones estratégicas, los ciudadanos levantaron nuevas barricadas a sus espaldas. La gente que desde sus comunidades serranas había apoyado el movimiento baja a la capital del estado. No van a marchar solamente. Los cercados rodean a sus agresores.
En Oaxaca, Vicente Fox está pagando con sangre la alianza política para avalar la toma de posesión de Felipe Calderón como Presidente de la República el próximo primero de diciembre. "Yo no creé este problema", dice el defenestrado mandatario estatal.
El gobierno federal se hizo cargo de la cuenta de las tropelías de una administración local a la que sus ciudadanos repudian. Fox cubrió la factura de Ulises Ruiz a un precio estratosférico. El Partido Acción Nacional solventó el importe de las barbaridades perpetradas por el Partido Revolucionario Institucional. La dimensión de este compromiso puede ejemplificarse muy bien parafraseando la escena final de la obra de Bertolt Brecht Los días de la Comuna, en la cual el aristócrata celebra el aplastamiento sangriento de la Comuna de París de 1871, de la que la sublevación oaxaqueña es hija legítima:
PRIÍSTA (a media voz): Mister Fox, para usted esto significa la inmortalidad. Ha devuelto Oaxaca a su verdadera soberana, México. FOX: México... son ustedes, los priístas, ladies and gentlemen... Por lo pronto, el gobierno federal ha comenzado ya a pagar el precio de la alianza. En varias ciudades europeas se han ocupado consulados mexicanos o efectuado mítines frente a sus edificios. En México las acciones de protesta contra la acción policiaca se han extendido a otros estados y grupos de maestros preparan un paro nacional. Y según afirmó el dirigente indígena Adelfo Regino: a ver cómo le hace ahora Felipe Calderón para ir a Oaxaca.
No hay regreso a la normalidad fincado en el uso de la violencia. No hay forma de sanear el tejido social con la ocupación policiaca. La gobernabilidad requiere de la aceptación de que los gobernados reconozcan la legitimidad de sus mandatarios. Esa aceptación no existe y no vendrá con toletes y botas. Por el contrario, el fermento de la inconformidad se ha esparcido a todos los rincones de la entidad con el nuevo agravio. Si hasta ahora algunos sectores de la sociedad habían permanecido neutrales, el atropello federal los ha obligado a tomar partido.
El acuerdo con la dirección del sindicato magisterial para volver a clases este lunes naufraga. No hay condiciones para hacerlo. La sangre de los muertos está aún fresca y la indignación es enorme. Los maestros que habían aceptado el repliegue se vuelven a movilizar. La presencia policiaca es un agravio inadmisible que ha calado hondo.
La batalla de Oaxaca no termina aún. Por el contrario, la solución al conflicto en la entidad es hoy mucho más compleja que hace unos días y parece más lejana. La frase es trillada, pero inevitable: quisieron apagar el fuego echándole gasolina.
Luis Hernández NavarroEl editorialista del diario neoyorkino Thomas Friedman constató que los «yihadistas» han redoblado los ataques para sacar los mayores réditos posibles del contexto electoral comicios de medio mandato el 5 de noviembre, como hizo el Vietcong en 1968.
Bush aseguró que «mi intuición me dice que están intentado provocar el daño suficiente como para que nos vayamos». Refiriéndose exclusivamente a la sección iraquí de Al Qaeda, el inquilino de la Casa Blanca reiteró que «creen que si consiguen generar el suficiente caos, el pueblo americano se cansará de la misión en Irak y hará que el Gobierno retire sus tropas».
Un presidente a la defensiva
Bush apareció a la defensiva en la entrevista de la cadena ABC. No es para menos. Ayer mismo el Pentágono informaba de la muerte de otros tres soldados, lo que eleva a 72 la cifra de bajas militares mortales cuando aún faltan diez días para que termine el mes.Tampoco pintan bien las cosas para su mayoría en el Congreso. Un sondeo de NBC/Wall Street Journal compara la situación de los republicanos con la de los demócratas en 1994, justo antes de su descalabro electoral. Hoy sólo el 16% de los encuestados avala a la mayoría republicana, la misma proporción que los sondeos daban a los demócratas antes de que perdieran la mayoría en las elecciones de medio mandato bajo la Presidencia de Bill Clinton. Los republicanos pusieron fin a a 40 años de predominio demócrata en la Cámara de Representantes logrando 52 escaños y reconquistaron el Senado.
Aunque inusual, el reconocimiento de Bush da una idea de la situación en Irak. Ayer mismo, grupos resistentes iraquíes exhibieron su potencia en las calles de Ramadi, capital de la provincia de Al Anbar, y volvieron a asaltar Mosul, tercera ciudad del país.
El Gobierno colaboracionista, que tuvo que pedir refuerzos estadounidenses, dio por desbaratado el asalto a Mosul, pero no pudo evitar la difusión de imágenes de guerrilleros del Consejo de la Shura de los Muyahidin que entre otros grupos incluye a Al Qaeda desfilando por Ramadi entre los vítores de cientos de vecinos.
Este Consejo ha anunciado la creación de un emirato islámico en Irak, un «Estado que gobernará al pueblo con arreglo a la ley de Dios» en el que incluyó, además de a Al Anbar, a las provincias de Salahedin, Diyala, Nínive (capital, Mosul), Kirkuk y parte de Babilonia y Waset, ambas en el centro del país. La mayoría de estas provincias tienen mayoría sunita.
Este anuncio coincide con la aprobación por parte del Parlamento iraquí bajo ocupación de una ley federal, impulsada por los kurdos y por parte de la mayoría chiíta, sobre todo la del sur del país.
Recrudecimiento de los ataques
La radiografía de los ataques registrados ayer en Irak, y que se cobraron cerca de más de medio centenar de muertos, se corresponde con los planes territoriales de los grupos islamistas de la resistencia.Doce personas murieron y 25 resultaron heridas en un atentado-suicida a bordo de un camión-bomba contra una comisaría en Mosul, acción que marcó el inicio del asalto.
Un asalto que incluyó ataques contra varias comisarías y que provocó unos enfrentamientos que se saldaron con la muerte de otras 21 personas, 12 de ellas guerrilleros según la versión policial. Mosul sufría ayer el segundo toque de queda en una semana.
17 personas murieron en dos atentados-suicidas en Kirkuk. Otras tantas murieron en ataques de la resistencia en Baquba, al norte de Bagdad. En la capital iraquí una emboscada con la Policía se saldó con la muerte de cinco personas.
El 30 de enero de 1968 las tropas del Vietcong Ejército de Liberación Nacional Vietnamita abanderado por el líder comunista Ho Chi Min atacaron cuarteles y edificios gubernamentales en seis provincias. Lo que EEUU presentó como ataques aislados se convirtió en horas en una ofensiva general por todo el país. Al día siguiente los combates llegaron a Saigón, donde fue asaltada la embajada de EEUU.
El contraataque estadounidense fue feroz. Su aviación convirtió en escombros todos los enclaves liberados, incluida la ciudad de Hue y anunció una gran derrota para el Vietcong. Pero la derrota se convirtió en una victoria sicológica total que cambió el curso de la guerra.
Y es que el Vietcong mostró una capacidad insospechada para preparar una ofensiva de semejante envergadura, arruinando las esperanzas estadounidenses en una victoria rápida. Además, reforzó la oposición a la guerra en EEUU. El electorado estadounidense interpretó esta ofensiva y su desenlace como una derrota para su Ejército y comenzó a contemplar la situación en el país asiático como una matanza sin salida que debía terminar.
Y terminaría con la deshonrosa retirada del Ejército de EEUU.
La ofensiva del Tet tuvo lugar en plena campaña electoral. El presidente demócrata Lyndon Johnson, cuya popularidad cayó en picado, renunció a la lucha por tratar de asegurarse su reelección en las presidenciales de noviembre de 1968. El 5 de noviembre, Richard Nixon (republicano) llegaba a la Casa Blanca.
depositos de sal a ambos lados
el camino con aroma de flores recien decapitadas
los pajaros blancos del olvido
con los picos clavadso en el cielo
haciendo de madera el aire repirable respirable
Bajo la losa como los parpados los ojos
llenos de tierra
y el llanto haciendo del dia
cocinas amarillas repleta de mondas
A la entrada del Cementerio
el Jardin
las piedras comedidas fieles como el silencio de los allegados
aqui, mirando el enorme pozo
las manos de moldearnos vacias con un grito recien brotado
un grumo tiernisimo esperando la hecatambe
de un arbol impensable
Y alla en la parte quemada de la luz
la noche fuera de sitio
para siempre asomando celebrando el frio
el odioso y limpisimo frio
que tu mirada adora
y sinembargo tras las verjas una risa descomunal
del tamaño de los huesos
imita al humo en su inconfundible delaccion
Me alejo con el sonido de las palas acunando la pena
con las alas de un angel extraviado mietidas en la garganta
sin logica alguna
alcanzo el desierto donde las larvas se desvanecen
me siento sin arbol y sin piedra
al borde de esta enorme piel que es el mundo
tal vez la simple muda de una serpiente.
no hay ceniza que valga
cuando la tierra gime ante el peso de las ruinas
y sin embargo no es tarde
para deletrear de nuevo el nombre de la Tierra:
tenemos un sueño del que nos alejamos vertiginosamente,
Una y otra vez
nos pertenece y jamas perdemos
EL SUEÑO ETERNO
EL MAJESTUOSO INSOMNIO DEL UNIVERSOlos departamentos de Defensa y de Justicia dieron luz verde para invertir los periodos de sueño de los detenidos, desnudarlos y exponerlos a música a alto volumen o potentes luces.
Esta es la primera vez que se conocen pruebas documentadas sobre una política oficial estadounidense que permite a los interrogadores utilizar métodos de presión físicos y psicológicos, subrayó el Post.
Según la publicación, el uso de esas técnicas requiere de la aprobación de oficiales de alto rango y en casos específicos del propio secretario de Defensa.
La base que Estados Unidos ocupa ilegalmente en Guantánamo, donde están encarcelados más de 600 personas, fue convertida en un campo de detención luego de la agresión contra Afganistán.