hojas abiertas artefactos de tinta bombas de rabia gritos pintados con la ternura de los ojos estampados en la cara oculta del espectacular progreso lunas partidas para desnudar la mercaduria tiznada por las manos rotas
añicos y astillas del dolor y restos intactos de la abundancia que nos idiotiza hasta matarnos de hambre.
(Pienso, hablando legalmente, que hay una razón muy sólida para enjuiciar a todo presidente norteamericano desde la segunda guerra mundial. Todos han sido francos criminales o han estado involucrados en serios crímenes de guerra.) Chomsky
Aqui hay un lugar para mostrar todo aquello que te llena de rabia e impotencia: este malvivir estupido que un sistema de cosas impone, haciendo del saqueo el aire a respirar: la intoxicacion esta garantizada. Es necesario sacarla cabeza por encima de la miserable abundancia y respirar la alegria de vivir una vida digna y solidaria.
Alrededor de 300 ONG y asociaciones van a solicitar que el Fiscal de la Corte Penal Internacional investigue los crímenes de guerra cometidos por Israel en Gaza. El apoyo de la ciudadanía es indispensable. Se ruega firmar y difundir esta «petición universal». Es urgente.
Al Fiscal de la Corte Penal Internacional (CPI)
El Derecho es la marca de la civilización humana. Cada progreso de la humanidad ha coincidido con la consolidación del Derecho. El desafío que nos impone la agresión de Israel contra Gaza consiste en afirmar, en medio del sufrimiento, que a la violencia debe responder la justicia.
¿Crímenes de guerra? Únicamente los tribunales pueden condenar. Pero todos debemos dar testimonio, pues el ser humano sólo existe en su relación con los demás. Las circunstancias dan toda su dimensión al artículo 1º de la Declaración Universal de los Derechos Humanos: «Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros».
La protección de los pueblos, no la de los Estados, es la razón de ser de la Corte Penal Internacional. Un pueblo sin Estado es el más indefenso de todos y, ante la Historia, se encuentra situado bajo la protección de las instancias internacionales. El pueblo más vulnerable debe ser el mejor protegido. Al asesinar a la población civil Palestina, los carros de combate israelíes hacen sangrar a la humanidad. Hemos militado para que el poder del Fiscal general esté al servicio de todas las víctimas y esta competencia debe permitir que el mundo entero reciba un mensaje de esperanza, el de la construcción de un Derecho Internacional basado en el derecho de las personas. Y, juntos, un día podremos rendir homenaje al pueblo palestino por todo lo que ha aportado a la defensa de las libertades humanas.
* * *
Hoy, 19 de enero de 2009, Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística, tiene el placer de servir de mensajero multilingüe en una iniciativa mundial de asociaciones, ONG e individuos cuyo único fin es la búsqueda de la justicia, si es que justicia existe en este mundo. Por amor a la justicia, se solicita a la Corte Penal Internacional (CPI) que juzgue al Estado de Israel por los crímenes de guerra que está cometiendo en Gaza. La campaña está coordinada por el abogado francés Gilles Devers, a quien Tlaxcala rinde homenaje por su dedicación a la causa de la liberación del pueblo palestino.
Elija la lengua que prefiera entre los diferentes iconos que mostramos a continuación y pinche para leer (y firmar) la petición:
¿Es posible interesarse por el dolor de un hombre que no es pariente nuestro, de un niño que no hemos educado, de una mujer a la que no hemos amado nunca? ¿Es posible elegir como igual estricto a un desigual lejano, como afín completo a un extranjero remoto? Si hay explicación sociológica para la hostilidad y la indiferencia, no la hay quizás para esta fulgurante cristalización de simpatías cancerosas que precipitan, a partir de su composición química misma, una intervención en el mundo. Llamamos -o deberíamos llamar- “solidaridad” al brazo armado de la compasión, a la solidificación del compromiso: el hecho de elegir libremente la necesidad ajena, de suprimir por propia voluntad -sacudidos por el dolor o contaminados por la idea de un desconocido- las condiciones mismas que permiten este acto de libertad. La compasión activa que Todorov identifica con la “moral de simpatía” encuentra su máxima expresión en la decisión absurda y luminosa de los solidarios suicidas que, no pudiendo soportar el sufrimiento de los judíos, se incorporaban de un salto -piedad instintiva, bondad refleja- a los vagones de ganado destinados a los lager . El compromiso activo (asociado a la “moral de principios”) se resume, por su parte, en el ejemplo movilizador de los muchos comunistas o socialistas de todo el mundo que abandonaron sus casas y sus familias para morir en la guerra civil española luchando contra el fascismo. Compasión y compromiso, moral y política, se dan cita hoy en la admirable coherencia de los cooperantes y médicos que deciden compartir el dolor y la lucha de los habitantes de Gaza como consecuencia de una doble intolerancia física e intelectual hacia el concreto sufrimiento ajeno y hacia la objetiva injusticia general.
Lo sólido, decía Marx, se disuelve en el aire. La solidaridad -su pariente etimológico- también. Es cierto que el capitalismo, que licuefacta todas las consistencias y sólo permite los vínculos débiles y fricativos del consumo, desactiva sin interrupción las conexiones políticas y morales con los otros. Pero es sólo parcialmente cierta la afirmación que pretende -mientras caen bombas, por ejemplo, sobre Gaza- que “a nadie le importa el sufrimiento de los demás”. Lo que llamamos “indiferencia” consiste más bien en una fluyente corriente de simpatía mayoritaria, originalmente justa, hacia los injustos: los ricos, los poderosos, los famosos y hasta los asesinos. Nos importa el sufrimiento de la princesa Letizia o de John Travolta, el de la soldado estadounidense que no puede adoptar un perro iraquí o el del padre israelí que ha perdido a su hijo soldado; nos importa el dolor del millonario suicida y el del mafioso operado de próstata. Esta solidaridad pasiva con los fuertes, que se explica banalmente por la insistencia con que nos obligan a mirarlos, y por el gusto de igualarnos a desiguales superiores, constituye un formidable soporte social de la fuerza que, del otro lado, persigue y criminaliza la solidaridad con los débiles y los justos.
Al mismo tiempo, solidarios con los vencedores, la moral y la política encogen también cada vez más su margen de radiación a causa de la desproporción que existe entre lo que podemos saber y lo que podemos hacer; es decir, entre el orden de la información y el de la intervención. Mientras que nuestro campo de visión es virtualmente ilimitado -están más cerca Australia o Pakistán que nuestra propia cocina-, nuestro campo de intervención no deja de estrecharse, hasta el punto de que al final, sin organización, sin medios, sin proyectos colectivos, el único lugar donde podemos introducir algún efecto es precisamente nuestra propia cocina: tanto más se impone este acurrucamiento en lo privado y lo doméstico cuanto más libremente, sin consecuencias ni huellas, podemos pasearnos, arriba y abajo, a lo largo y a lo ancho, por el mundo exterior.
Solidaridad y sueldo comparten también la misma raíz etimológica. Lo único sólido es el sueldo; y toda una serie de intervenciones históricas -económicas y políticas- contra la compasión y el compromiso activos han acabado por desprender este insólito oxímoron: la solidaridad asalariada. El término mismo -”solidaridad”- se presenta hoy aligerado de toda electricidad ideológica, escuetamente administrativo, y se utiliza para encubrir y reproducir los conflictos de clase, las desigualdades, la fuerza de los fuertes, bajo una institucionalización fraudulenta y monopolista: están los ejércitos “humanitarios”, dotados -estos sí- de medios y poder para la intervención, con sus monstruosos soldados solidarios distribuyendo cadáveres y mantas para cubrirlos; y está el sarampión de las ONGs, filiales postmodernas de los gobiernos dedicadas -salvo excepciones- a “desmoralizar” y “despolitizar” todos los escenarios de pobreza o de violencia; es decir, a despuntar y vaciar de contenido el concepto original de “solidaridad” para convertirlo -a la medida del contrato capitalista- en un intercambio individual entre desiguales. Así es como los occidentales hemos acabado por dejar fuera a todo el resto del mundo: pagamos sueldos a solidarios especializados y nos solidarizamos -no con las víctimas, no- con los solidarios a sueldo (y con sus gobiernos). Más allá de ese círculo virtuoso, sólo hay ya desgraciados y desalmados o, lo que es lo mismo, aterrorizados y terroristas. Y cada vez es más difícil distinguirlos.
El pasado 20 de abril, los embajadores europeos en la ONU abandonaron la Conferencia Mundial sobre el Racismo de la Organización de Naciones Unidas (ONU), que se celebraba en Ginebra, indignados para protestar por las palabras del discurso del presidente iraní Mahmud Ahmadineyad. Veamos lo que dijo Ahmadineyad:
"A los distinguidos presentes quiero expresarles mi posición. Desde la Segunda Guerra Mundial, y bajo el pretexto del sufrimiento del pueblo judío, y utilizando inadecuadamente el holocausto, ellos han reiterado sus agresiones militares contra una nación entera de palestinos. Ellos, siendo inmigrantes de Europa, EEUU y otras partes del mundo, han establecido un gobierno totalmente racista en la ocupada Palestina. Bajo la excusa de comprensión del racismo y sus consecuencias en Europa, los israelíes llevaron el gobierno más cruel y racista a otras partes del mundo como lo es Palestina (se van de forma coordinada los delegados europeos) Las raíces del ataque de EEUU a Iraq y su invasión de Afganistán están en la arrogancia de la anterior Administración de EEUU y la presión impuesta por poderes descontrolados para expandir su influencia en los intereses del complejo industrial y fabricantes de armamento. (En ese momento abandonan la sala varios diplomáticos, entre ellos el español).
Creemos en la necesidad de un mundo nuevo, con un cambio de políticas y conductas. Los representantes que acaban de abandonar la sala son una minoría, les recomendamos aumentar su capacidad de tolerancia. Todo debe estar basado en el respeto mutuo y la justicia."
Ya antes del inicio de la Conferencia, Israel, Estados Unidos, Italia, Australia, Canadá, Polonia, Alemania, Holanda y Nueva Zelanda se negaron a participar porque sabían que Israel iba a recibir duras críticas. La salida de otros representantes, en su mayoría europeos, durante el discurso del presidente iraní nos debe llevar a pensar y pedir explicaciones sobre qué había en él que les parecía intolerable y que merecía ese plantón.
Una de las cosas que se pudo saber es que el boicot estaba ya planificado. Así lo reconoció el embajador sueco ante ONU Hans Dahlgren a la agencia de cables noticiosos TT y publicadas en la web del canal de televisión SVT: "El sentido (de las palabras de Ahmadinejad) era que Israel es un régimen racista. Lo escuchamos en inglés o en francés, pero como él habla persa y no existía una versión escrita (del discurso) (...) entonces teníamos acordado que si se decía eso, ya no nos íbamos a quedar (en la sala)".
El embajador español ante la ONU, Javier Garrigues, fue uno de los diplomáticos que abandonó la sala. Siguió la consigna dada por la presidencia checa de la UE, que previó dar el plantón a Ahmadineyadpero volver después para continuar con la conferencia."El presidente ha hablado de un Estado racista y por eso nos hemos ido", aseguró Garrigues. "Esta retórica inflamatoria no tiene de ninguna manera cabida en una conferencia de la ONU”, afirmó.
"Creo que es muy importante que nosotros, en las Naciones Unidas, usemos este término. No debemos tener miedo de llamar a las cosas por su nombre. Después de todo, fueron las Naciones Unidas las que aprobaron la Convención Internacional sobre la Represión y el Castigo del Crimen de Apartheid y mostraron claramente a todo el mundo que este tipo de prácticas de discriminación oficial deben prohibirse en todos los casos.
Hoy escuchamos a un representante de la sociedad civil de Sudáfrica. Sabemos que en todo el mundo hay organizaciones de la sociedad civil que trabajan para defender los derechos de los palestinos e intentan proteger a la población palestina, cosa que nosotros, las Naciones Unidas, no estamos haciendo.
Hace más de veinte años, las Naciones Unidas tomaron la iniciativa de la sociedad civil y acordaron que era necesario imponer sanciones para presionar de una forma no violenta a Sudáfrica para que pusiera fin a las violaciones que estaba cometiendo.
Hoy, quizás deberíamos examinar la posibilidad de que las Naciones Unidas sigan el ejemplo de una nueva generación de la sociedad civil, que pide que se adopte una campaña no violenta similar de boicot, desinversión y sanciones dirigida a presionar a Israel para que deje de cometer violaciones de los derechos humanos."
¿También se hubieran ido los representantes europeos al escuchar esto?
Podemos ir también más atrás en el tiempo. La denuncia del racismo contra los palestinos ya se escuchó en la primera Conferencia de la ONU contra Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y las Formas Conexas de Intolerancia en septiembre de 2001, en Durban (Sudáfrica). Allí fue el entonces presidente de Cuba Fidel Castro quien afirmó lo siguiente:
"Póngase fin cuanto antes al genocidio del pueblo palestino, que tiene lugar ante los ojos atónitos del mundo. Protéjase el derecho elemental a la vida de sus ciudadanos, de sus jóvenes y sus niños. Respétese su derecho a la independencia y a la paz, y nada habrá que temer de los documentos de las Naciones Unidas.
Conozco bien que, en busca de alivio a la situación terrible en que se encuentran sus países, muchos amigos africanos y de otras regiones sugieren la prudencia necesaria para obtener algo en esta Conferencia. Los comprendo, mas no puedo renunciar a la convicción de que cuanto con más franqueza se digan las verdades, más posibilidades habrá de que se nos escuche y se nos respete. Siglos de engaño son más que suficientes."
Pero veamos si Israel es o no un estado racista. Antes y después de la fundación del Estado de Israel en mayo de 1948, las milicias sionistas obligaron a desplazarse a unas 750.000 personas, todas de etnia árabe y habitantes autóctonos de la zona. Para ello destruyeron más de quinientas ciudades y pueblos y perpetraron masacres indiscriminadas de civiles desarmados, como la de Deir Yashin, en la que asesinaron a sangre fría a 254 mujeres, niños y ancianos. Con ello, Israel se apropiaba por la fuerza de 78% del territorio de la Palestina histórica bajo el Mandato Británico cuando legalmente la ONU sólo le asignó el 55 %, y eso a pesar de que sólo componían un tercio de la población y de que habían anunciado lo que ahora llamamos “limpieza étnica” en las zonas que les correspondieran. Después de esto, unas 150.000 personas que lograron permanecer en el nuevo Estado judío de Israel pasaron a convertirse en lo que denominan “árabes-israelíes”, aunque no por ello gozaran de todos los derechos de la ciudadanía ya que quedarían bajo jurisdicción militar hasta el 67. Los 800.000 árabes-israelíes de la actualidad, descendientes de aquellos, no son por tanto considerados ciudadanos, sino extranjeros sin derechos sobre el territorio y se les discrimina sistemáticamente.
La llamada “única democracia de Oriente Medio” niega desde 1967 el derecho a una nacionalidad a más de tres millones y medio de personas que viven en los Territorios Ocupados (casi la mitad en campos de refugiados), y con ello pierden todo derecho a exigir derechos, a la vez que otros seis millones de personas han sido condenadas al exilio y viven en su mayoría en campos de refugiados en Jordania, Líbano y Siria. En los Territorios Ocupados las normas que rigen son más de dos mil ordenanzas militares que regulan todos los aspectos y subordinan por completo la vida de los tres millones y medio de árabes-palestinos a la de los aproximadamente trescientos ochenta mil colonos judíos que se han instalado allí.
Amnistía Internacional, en el informe titulado ‘El racismo y el Ministerio de Justicia’, difundido en 2001, dejaba en evidencia el racismo de la “democracia” israelí:
"En Israel, por ejemplo, varias leyes son explícitamente discriminatorias. Todo se remonta a la fundación del Estado de Israel en 1948, la cual, impulsada en principio por el genocidio racista sufrido por los judíos en Europa durante la Segunda Guerra Mundial, se basaba en la premisa de un Estado judío para el pueblo judío. Algunas las leyes de Israel reflejan este principio y, en consecuencia, discriminan a los no judíos, en concreto a los palestinos que han vivido en estas tierras generación tras generación. Varias secciones de las leyes israelíes discriminan a los palestinos. La Ley del Retorno por ejemplo, ofrece la ciudadanía israelí automáticamente a los inmigrantes judíos, mientras que a los refugiados palestinos que nacieron y crecieron en lo que ahora es Israel se les deniega incluso el derecho a regresar a su hogar. Otros puntos garantizan explícitamente un trato preferente a los ciudadanos judíos en esferas como la educación, la vivienda pública, la salud y el trabajo. [1]"
Israel no tiene Constitución, en la web del Parlamento israelí se señala que “todas las leyes orgánicas, todas juntas constituirán, con una introducción apropiada y diversas normas generales, la Constitución del Estado de Israel”. El estudio elaborado por el intelectual palestino Mazin Qumsiyeh [2] sobre la legislación israelí señala que “los no judíos no pueden formar parte de la nación de Israel o Am Yisrael (el pueblo de Israel), aunque sean ciudadanos del Estado. Es importante enfatizar este punto. Para la ley israelí todos los judíos, independientemente de aspectos culturales, genéticos o de ciudadanía, tienen la consideración de nativos israelíes, un miembro de Am Yisrael y tienen derecho a beneficiarse automáticamente de la residencia, de vivir en el autoproclamado Estado Judío. La legislación israelí establece cómo se adquiere la nacionalidad [3] . Así, se observa que un palestino nacido en un pueblo de Galilea expulsado en 1948 no cumple los requisitos, de forma que existe la categoría de ciudadano nacional o ciudadano no nacional. Los que son ciudadanos pero no nacionales (como los palestinos que se quedaron tras las expulsiones de 1947-1949) no se pueden beneficiar de ninguna de las instituciones y privilegios reservados a los nacionales. De esta forma, los palestinos que no podían llegar a ser ciudadanos tenían su propiedad asignada a los judíos de acuerdo con las ‘Leyes de los ausentes’, promulgadas en 1950. Lo curioso es que mucho de esos “ausentes” son “ausentes presentes”, se trata de aquellos palestinos que permanecieron dentro de las fronteras del Estado. El resultado es el régimen de apartheid vigente en la actualidad. Según la ley israelí, fundamentada en su ideal de “Estado del pueblo judío”, un inmigrante sionista europeo tiene total derecho a vivir en un asentamiento en Hebron, mientras un palestino de la misma ciudad puede verse forzado a emigrar debido a todas las restricciones que se imponen al campo social y económico de la zona para brindar seguridad a los fundamentalistas habitantes de los ilegales asentamientos [4] . Esa distinción entre judío y no judío es lo que brinda la base para hablar sobre la existencia de un sistema de apartheid en Israel, donde el hecho de tener una religión específica determina el derecho a la salud, la educación, la continuidad territorial, la libertad religiosa y el acceso al agua, entre otros.
La población palestina está sometida a un régimen de ocupación militar que concede derechos distintos, empezando por el derecho a voto, a personas que habitan en el mismo territorio, según su religión. Para los palestinos, ocupación no solo ha significado muerte, sino un sistema de discriminación racial que domina absolutamente todos los aspectos de sus vidas: ¿Qué se diría hoy por ejemplo si es que un país tuviese como política oficial la expropiación de tierras de judíos, o simplemente prohibiese que un ciudadano de su país pueda asentarse en éste si se casa con una judía? Claramente se hablaría de un flagrante caso de discriminación, de antisemitismo y seguramente, de sanciones internacionales en contra de ese país, como durante el apartheid sudafricano. Veamos varios ejemplos de la restricción de derechos a los ciudadanos no judíos del Estado de Israel y cómo se consolidan por medio de la legislación israelí y de una serie de instituciones [5]:
A) Fondo Nacional Judío: El 90% de las tierras de Israel pertenece a esta institución, que según sus estatutos no puede ni vender, arrendar, o siquiera permitir que esa tierra sea trabajada por un “no judío”.
B) Ley de Nacionalidad: Establece claras diferencias en la obtención de la ciudadanía para judíos y no judíos.
C) Ley de Ciudadanía: Ningún ciudadano israelí puede casarse con un residente de los Territorios Ocupados de Palestina; en caso de realizarse la unión, se pierden los derechos ciudadanos en Israel y la familia si no es separada, debe emigrar.
D) Ley de Retorno: Cualquier judío del mundo puede ser ciudadano israelí. En el caso de los ciudadanos palestinos del estado de Israel que tienen familiares en el extranjero, éstos no pueden obtener el mismo beneficio sólo por el hecho de que no son judíos.
E) Ley del Ausente: Declara ausentes a cualquiera que estuviera fuera de su casa, dentro de las fronteras de Israel o en un Estado vecino, después del 29 de noviembre de 1947, o ese mismo día, y en consecuencia sus tierras y sus casas pasan a ser propiedad judía. Paradójicamente, nunca se ha expropiado la tierra de un judío y la mayoría de ella se les ha expropiado a los palestinos.
Otro ejemplo del carácter religioso del estado israelí que lo hace incompatible con un Estado de derecho democrático es que según la legislación “no podrán concurrir a las elecciones al Parlamento aquellas listas de candidatos cuyas intenciones o acciones nieguen la existencia de Israel como el Estado del pueblo judío”. Con esta ley pasa a ser claramente ilegal el hecho de solicitar cambios en la legislación para poder cuestionar el concepto de Estado de una comunidad religiosa, no aceptar el concepto de un Estado del ‘pueblo judío’, o tratar de convertir a Israel en el Estado de todos sus ciudadanos [6] . Nadie se atrevería a afirmar que una democracia puede ser compatible con un régimen de apartheid, sin embargo en Israel hay carreteras distintas para los israelíes y para los palestinos. El mundo se indigna cuando recuerda que en Sudáfrica los negros debían viajar en los asientos de atrás de los autobuses, pero en Israel si un palestino utiliza una de las carreteras reservadas a los israelíes es detenido y condenado a seis meses de prisión. Esto afecta incluso a los que han vivido siempre en esos territorios, por ejemplo los aproximadamente trescientos cuarenta mil que viven en Jerusalén Este [7] .
No solamente todo esto es silenciado y cuenta con la complicidad de los gobiernos europeos, sino que cuando en un lugar como la ONU es denunciado por un presidente, los “diplomáticos” europeos abandonan la sala. Vale la pena observar las explicaciones de los europeos para justificar su abandono de la sala. El embajador británico ante la ONU Peter Gooderham afirmó que "esta retórica inflamatoria no tiene de ninguna manera cabida en una conferencia de la ONU sobre el racismo y cómo combatirlo". Por su parte, el presidente francés, Nicolas Sarkozy calificó la intervención de Ahmadineyad de un "discurso de odio".
Los europeos –y por supuesto israelíes y estadounidenses- hubieran deseado una Conferencia de palabras vacías, una oda a la igualdad de las razas, un anuncio de Benetton quizás. Pero existen muchas voces que cuando se habla de racismo quieren señalar al racista, como se hizo antes con Sudáfrica. La hipócrita Europa no lo pudo soportar. Con ello, sus gobiernos han superado su miseria y complicidad con el racismo, han pasado de permitirlo a boicotear su denuncia.
Nota:
La información sobre el carácter racista del estado israelí procede del libro de Pascual Serrano “Desinformación. Cómo los medios ocultan el mundo”, de próxima aparición este mes de mayo en la editorial Península.
[7] Ramonet, Ignacio. “Por una resistencia de masas no violenta contra Israel”. Entrevista con el líder palestino Mustafá Barghouti. Le Monde Diplomatique. Mayo 2008
Ha llegado el momento del cambio a escala pública e individual. Ha llegado el momento de la justicia
La crisis financiera esta de nuevo aquí destrozando nuestras economías, golpeando nuestras vidas. En la última década sus sacudidas han sido cada vez más frecuentes y dramáticas. Asia Oriental, Argentina, Turquía, Brasil, Rusia, la hecatombe de la Nueva Economía, prueban que no se trata de accidentes fortuitos de coyuntura que transcurren en la superficie de la vida económica, sino que están inscritos en el corazón mismo del sistema.
Esas rupturas que han acabado produciendo una funesta contracción de la vida económica actual, con el aumento del desempleo y la generalización de la desigualdad, señalan la quiebra del capitalismo financiero y significan la definitiva anquilosis del orden económico mundial en que vivimos. Hay pues que transformarlo radicalmente.
En la entrevista con el Presidente Bush, Durao Barroso, Presidente de la Comisión Europea, ha declarado que la presente crisis debe conducir a “un nuevo orden económico mundial”, lo que es aceptable, si éste nuevo orden se orienta por los principios democráticos -que nunca debieron abandonarse - de la justicia, libertad, igualdad y solidaridad.
Las “leyes del mercado” han conducido a una situación caótica que ha requerido un “rescate” de miles de millones de dólares, de tal modo que, como se ha resumido acertadamente, “se han privatizado las ganancias y se han socializado las pérdidas”. Han encontrado ayuda para los culpables y no para las víctimas.Es una ocasión histórica única para redefinir el sistema económico mundial en favor de la justicia social.
No había dinero para los fondos del Sida, ni de la alimentación mundial… y ahora ha resultado que, en un auténtico torrente financiero, sí que había fondos para no acabar de hundirse los mismos que, favoreciendo excesivamente las burbujas informáticas y de la construcción, han hundido el andamiaje económico mundial de la “globalización”.
Por eso es totalmente desacertado que el Presidente Sarkozy haya hablado de realizar todos estos esfuerzos con cargo a los contribuyentes “para un nuevo capitalismo”!… y que el Presidente Bush, como era de esperar en él, haya añadido que debe salvaguardarse “la libertad de mercado” (¡sin que desaparezcan los subsidios agrícolas!)…
No: ahora debemos ser “rescatados” los ciudadanos, favoreciendo con rapidez y valentía la transición desde una economía de guerra a una economía de desarrollo global, en que esa vergüenza colectiva de inversión en armas de 3 mil millones de dólares al día, al tiempo que mueren de hambre más de 60 mil personas, sea superada.
Una economía de desarrollo que elimine la abusiva explotación de los recursos naturales que tiene lugar en la actualidad (petróleo, gas, minerales, coltán…) y se apliquen normas vigiladas por unas Naciones Unidas refundadas -que incluyan al fondo Monetario Internacional, al Banco Mundial “para la reconstrucción y el desarrollo” y a la Organización Mundial del Comercio, que no sea un club privado de naciones, sino una institución de la ONU- que dispongan de los medios personales, humanos y técnicos necesarios para ejercer su autoridad jurídica y ética eficazmente.
Inversiones en energías renovables, en la producción de alimentos (agricultura y acuicultura), en la obtención y conducción de agua, en salud, educación, vivienda,… para que el “nuevo orden económico” sea, por fín, democrático y beneficie a la gente. ¡El engaño de la globalización y de la economía de mercado debe terminarse! La sociedad civil ya no será espectador resignado y, si es preciso, pondrá de manifiesto todo el poder ciudadano que hoy, con las modernas tecnologías de la comunicación, posee.
¿“Nuevo capitalismo”?. No!
Ha llegado el momento del cambio a escala pública e individual. Ha llegado el momento de la justicia.
Federico Mayor Zaragoza Francisco Altemir José Saramago Roberto Savio Mario Soares José Vidal Beneyto
Finalmente las potencias europeas hicieron el pasado lunes el gesto enérgico, digno y civilizado que todos estábamos esperando. Como izquierdistas justicieros, sin temor a las consecuencias, poniendo su honor y su conciencia por encima de los protocolos, afirmando públicamente su apoyo insobornable a los altos valores encarnados en nuestra historia, los representantes de la UE no dudaron en boicotear una reunión internacional en la que la infamia pretendía alzar la voz. Se levantaron de sus asientos y desfilaron uno por uno, la cabeza erguida, la estatura desafiante, hacia la salida. Europa había aguantado ya demasiado. Había tolerado –por ejemplo- la invasión de Panamá, la doble destrucción de Iraq, el bombardeo de Sudán, los bombardeos sobre Pakistán, el linchamiento del Líbano, los asesinatos de Uribe en Colombia, las cárceles secretas de la CIA, etc. porque eran realmente destructivas. Había tolerado también las declaraciones de Bush sobre Iraq y los falsos testimonios sobre los Balcanes, como ha tolerado las calumnias contra Chávez, Fidel o Evo Morales, porque eran mentira. Pero todo tiene un límite y si alguien dice la verdad, y sin matar a nadie, ¡he ahí por fin la ocasión de protestar!
Contra la verdad, "no es posible ningún compromiso", afirmó Bernard Kouchner. En cuanto se pronunciase la verdad, “teníamos la consigna de abandonar la sala”, aseguró Javier Garrigues. Si se decía la verdad, “no íbamos a tolerar ningún abuso”, había declarado la presidencia checa de la UE. Como compareciese la verdad, teníamos la obligación de silenciar “ese discurso de odio”, dijo Sarkozy. Todo el que diga la verdad, apoyó el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, se hace culpable de "acusar, dividir e incitar".
Si no se mata y no se miente, los europeos nos indignamos. Es natural. La verdad es más “incendiaria” que los incendios; es más “extremista” que el fósforo blanco; es más “violenta” y “provocativa” que la mutilación de un niño. Ahmadineyad, presidente de Irán, subió a la tribuna y dijo serenamente: “Israel es racista”. Los representantes europeos se le echaron encima: “violento, radical, antisemita”. La estrategia legitimadora de Israel, sencilla y brutal, se inscribe en la más acendrada tradición europea: matar, despellejar, masacrar con elegancia y sin aspavientos y escandalizarse luego ante la denuncia, que pone fin a toda posibilidad de diálogo. Decir que las críticas de Ahmadineyad no son constructivas es lo mismo que decir que las bombas de Israel no son destructivas. Entre dos constructivos bombardeos, las destructivas denuncias de Ahmedineyad lo destruyen todo. Y Europa, muy justamente, se indigna no por el racismo de Israel, que acaba de producir 1400 muertos en Gaza, sino por las denuncias de Ahmedineyad, ese racista que acusa de racismo a los asesinos de racistas palestinos. Israel no es racista: sólo mata racistas que, de otro modo, podrían cometer el crimen de denunciar sus crímenes o, por lo menos, de odiar a los israelíes. No insistiré en lo verdadera que es la verdad que enunció el lunes el presidente de Irán en la Conferencia sobre Racismo de la ONU; hoy mismo Pascual Serrano lo explica muy bien en este mismo medio (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=84192). Lo preocupante es que esa verdad haya que escucharla precisamente de labios de un gobernante que nos es tan afín como Sarkozy y que nos entusiasma tanto como Berlusconi; y que, en definitiva, es tan de izquierdas como Merkel o Klaus; un hombre que contribuye decisivamente a la ocupación de Iraq mientras utiliza la retórica anti-imperialista a favor de un proyecto social y culturalmente tan emancipador como puede serlo el del PP o el del Vaticano. Nada puede convenir más a Israel que dejar la verdad en esas manos; ningún otro portavoz legitima mejor la “dignidad” europea a los ojos de una opinión pública manipulada e ignorante. ¿Se hubiesen mostrado tan orgullosamente moralizantes nuestros embajadores si en la tribuna hubiese estado –por ejemplo- el padre de Amal y Suad Abed Rabbo, de 2 y 7 años, asesinadas delante de su casa por un tanque israelí? ¿O la madre de Lina Hassan, de 10 años, tiroteada junto a la escuela de la ONU en Jabaliya? ¿O Mahmoud Abdel Rahim, de 20 años, que perdió a sus padres y a tres hermanos en un bombardeo? Me hubiese gustado ver a los representantes de la UE despreciar cara a cara -como realmente han hecho- todo ese dolor del que son parcialmente responsables. En todo caso, que la denuncia proceda de un lugar incómodo no es algo que haya que reprocharle a Ahmedineyad, que al menos dice la verdad, sino a nuestros propios gobernantes europeos, tan parecidos en todo lo demás a su homólogo iraní, pero que podrían, si dijeran la verdad y obrasen en consecuencia, acabar con la agonía del pueblo palestino y con la ignominia del Estado de Israel. Porque lo peor, lo más obsceno, lo más vergonzoso es que el “gesto digno, enérgico y civilizado” de nuestros representantes europeos no responde ni a profundas convicciones ideológicas ni a bajos intereses económicos; tampoco al saludable sadismo de nuestra tradición colonial; ni al honrado racismo bien instalado en nuestros instintos; responde solamente a la más pura, cobarde y humillante sumisión. Nunca nadie ha levantado tanto la cabeza para lamer unas botas.
Juan Torres López - Comité Científico de ATTAC España
El titular de prensa lo dice todo: “La UE suspende por falta de ideas la cumbre sobre el empleo“. No puede haber una expresión más evidente ni patética del agotamiento del modelo neoliberal que se está siguiendo para construir y gobernar Europa.
Y no es de extrañar que no tengan ideas. Llevan años dándole vueltas a lo mismo y sin éxito: flexibilizar el mercado, bajar los salarios, favorecer a los capitales… y lo que han conseguido está a la vista. Hoy hay más pobres en Europa, más trabajadores precarios, menos crecimiento de la economía… pero, eso sí, muchos más beneficios acumulados por las empresas. Y, además, unos beneficios que no se dedican a generar más inversión productiva o a crear más empleo, como auguraban los defensores de las políticas neoliberales. Por el contrario, se han dedicado a la especulación y ahora padecemos, en consecuencia, la crisis más grande del último siglo, por lo menos. ¡El capitalismo especulativo se come al capitalismo!
Antes, cuando subían los precios, incluso en pequeña proporción, decían que había que moderar los salarios para que no siguieran subiendo. Ahora, cuando dicen que hay que evitar que sigan cayendo los precios porque eso provoca una deflación que hay que evitar, no solo no dicen de subir los salarios, como habría que hacer si su teoría de antes fuese cierta, sino que siguen diciendo que hay que moderarlos. No tienen vergüenza.
No es que no tengan ideas para crear empleo. Lo que sencillamente no tienen es voluntad de enfrentarse a los intereses de los poderosos que no necesitan el empleo para ganar dinero, ni quieren contribuir con sus impuestos para aportar recursos que permitan crearlo.
Se podría crear empleo en Europa desde mañana mismo: obligando a que el Banco Central Europeo financiara programas de gasto orientados a generar capital social en lugar de seguir dando dinero a bancos que son insolventes y que todo lo que reciben lo dedican (inútilmente pues el agujero es inconmensurable) a tratar de salvar sus balances. Realizando reformas fiscales que gravaran las actividades especulativas y los patrimonios y beneficios procedentes de ellas y con ambas fuentes de financiación generando un cambio de modelo productivo en Europa para favorecer la utilización de recursos endógenos y la actividad económica sostenible.
En Europa hay más de 60 millones de pobres, déficits muy grandes en salud, enseñanza, investigación e innovación, igualdad y conciliación, en gestión medioambiental y desarrollo de nuestras fuentes energéticas, en cooperación internacional, en desarrollo de agricultura ecológica, en integración cultural… y en todos esos campos la actividad podría ser fuente intensiva de cientos de miles de empleos. Claro que fomentar esa actividad requeriría apoyar a nuevas empresas, a nuevos intereses económicos y, sobre todo, ir cerrando el paso a las que ahora dominan los mercados europeos en torno a un modo de producir y distribuir los recursos despilfarrador e insostenible, pero muy rentable.
Y requeriría nuevos instrumentos de decisión que empoderarían a los ciudadanos, como se empoderarían también si disfrutaran de un salario y de un trabajo dignos, que es lo que en realidad quieren evitar.
Está claro. Hay que echar a esos dirigentes políticos que incluso reconocen que no tienen ideas y empezar a construir otra Europa.
"LA CRISIS FINANCIERA. GUÍA PARA ENTENDERLA Y EXPLICARLA" Editadado por ATTAC ESPAÑA y prologado por Pascual Serrano
"La crisis financiera. Guía para entenderla y explicarla" es un libro con fines divulgativos escrito por Juan Torres López en colaboración con Alberto Garzón Espinosa, y que incluye prólogo de Pascual Serrano.
El libro trata de divulgar de la forma más sencilla y resumida posible lo que está pasando en la economía mundial, y su intención es dotar de herramientas útiles a aquellas personas que estén interesadas en poder entender y explicar la crisis actual. Está editado por ATTAC-España, y se distribuye gratuitamente en formato .pdf aquí.
Se pide colaboración a la hora de divulgarlo, ya que sin duda los medios tradicionales no se harán eco de ello.
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La segunda guerra global le garantizó a Estados Unidos el privilegio de fundar el sistema económico internacional en su propia moneda. El atrevimiento de proclamar la equivalencia sustancial entre dólar y oro se agota en 1971. De Gaulle exige el oro como pago de sus reservas en dólares y obliga a Washington a confesar que se trataba de una “ficción”.
Actualmente, el peso de las deudas y de una economía en caída hizo patente la evanescencia del dólar y la imposibilidad de que pueda seguir regulando los intercambios internacionales con estabilidad y seguridad.
Tras el eclipse imparable de la moneda, la parábola descendiente se ha agravado más con la sustitución de los títulos en papel y de las derivas “derivadas” de Wall Street a la autoreferencialidad del billete verde. Transformar el Estado en promotor de la socialización de las pérdidas de los usureros de los Casinos globales ahora ha agigantado el endeudamiento.
Washington cree todavía poderlo trasladar en sus propias clases subalternas y –sobre todo- exportar al resto del mundo. Los 750 billones de dólares distribuidos por Bush a los banqueros, más los que la Casa Blanca está “inyectando” en estos días, no son más que la acuñación de nuevas deudas.
De la ribera europea hay una tímida toma de distancias y se empieza a hablar de “virus americano”. Un factor patógeno exterior que habría perturbado una economía más real y sólida, donde no se alcanzó a demoler integralmente el Estado social. La tradicional política internacional de los demócratas del “hegemonismo compartido” no parece suturar completamente las heridas abiertas por una contradicción que es propia de la competencia.
UE y EEUU son dos bloques económicos que sí son “amigos” pero que –en tiempos de crisis aclamada- son sobre todo competentes. Y el brazo armado de la OTAN, con las aventuras en el mundo en busca del Santo Grial, no logra ocultar completamente las turbulencias.
Desde Washington y Londres disparan el anatema contra la tentación del “proteccionismo”, pero desde las periferias contestan que entre el dicho y el hecho hay de por medio un trecho. Tras la caída de los “dragones asiáticos” y los “efectos tequila” prohibieron toda intervención estatal en la economía mexicana, brasileña, rusa, etc.; impusieron la venta a bajo costo al sector privado transnacional. Hoy el FMI no interviene contra las subvenciones estatales a la economía norteamericana e inglesa, y a las más cautelosas de la UE, que de todos modos son un estorbo a la libre acción de la “invisible mano del mercado”. Dos pesos y dos medidas.
Por lo tanto, están muy lejos de un nuevo Bretton Woods. Poco creíbles y con escasa autoridad moral para imponer unilateralmente medidas de hecho o simplemente concretas. Quien no respeta las reglas del juego no puede pretender dictar unas nuevas. Se acabó la era del dólar porque atrás ya no le queda nada: ni el oro, ni una economía real o realmente hegemónica, y ni siquiera reservas energéticas o de materias primas, disipadas sin sentido en tan sólo tres siglos.
En el sistema productivo internacional, los equilibrios y la jerarquía de valores se han modificado profundamente. El eje hegemónico se ha movido, por lo tanto el dólar ya no es un instrumento válido que permite intercambios más justos entre PRAE, las nuevas fábricas del mundo (China, India, etc.) y las latitudes periféricas proveedoras de materias primas, energía, alimentos y biodiversidad. Este triángulo está en rápida metamorfosis.
El PRAE ya no puede usar cómodamente la “leva financiera” y las herramientas del FMI y del Banco Mundial en los términos en que lo ha hecho hasta ahora: dólar como instrumento de autofinanciamiento o automatismo que aplana las deudas. Insistir significa correr el riesgo que las nuevas “fábricas del mundo” y los proveedores de energía-materias primas encuentren una mayor y creciente interacción, dado que será cada vez más mercados de consumo.
En el pasado, es decir en la fase ascendente del imperio, estos problemas solían resolverlos con el expansionismo colonial y las guerras. Hasta ahora, para enderezar la ruta, no ha sido suficiente la desgraciada aventura en Mesopotamia, ni parece tener mejor destino el capítulo afgano abierto pro las armadas de la “familia occidental”. Después de Asia, el corazón guerrero late por Sudán y por la nueva frontera africana. ¿Será suficiente? Lo dudamos.
Se necesita una redefinición y reubicarse en el nuevo contexto del multipolarismo, desarrollando una función menos parasitaria y predatoria al interior del triángulo productivo global. El decrecimiento ha llegado para quedarse entre nosotros. La naturaleza es una barrera real para el ciclo de la valorización exponencial.
El trabajo asalariado es el otro límite para el carnaval de las bolsas de valores: sólo los salariados confieren valor real a los confetis de las Bolsas de Valores. Lo que ahora cuenta más es que no descrezcan siempre los mismos Países o los mismos sectores sociales.
El artículo documenta el enfado popular existente en EE.UU. hacia las instituciones políticas, financieras y mediáticas de aquel país, enfado responsable de la elección del candidato Obama, el cual, al ser elegido Presidente, se ve en ocasiones desbordado por tal enfado que refleja un deseo de cambio más intenso y profundo del que el Presidente Obama estaba dispuesto a realizar. El artículo muestra ejemplos de esta situación.
Y este pone manos a la obra para repensar este momento y poner todos los medios para impedir que sean los mismos, los que han llevado las cosas hasta esta siruacion los que capitaneen la solucion: imbecil solucion que no sera otra cosa que mas de lo mismo en otros terminos y acumulando, si ello es posible, todo el poder en menos manos. Continua el saqueo y no hay a donde ir. ¿Que hacer?
Publicado en el periódico digital EL PLURAL, 20 marzo 2009
El artículo critica la llamada a la congelación y bajada de salarios que varios autores y el mundo empresarial en Europa y en España están pidiendo. Este artículo analiza el conflicto que existe hoy en EE.UU. entre el mundo empresarial por un lado y los sindicatos (apoyados por la Administración Obama) por el otro para pasar una ley que facilita la sindicalización de los trabajadores que les permita subir sus salarios y su capacidad adquisitiva, considerándose este aumento como un componente muy importante del estimulo económico. Durante la época Bush júnior, las familias de clase trabajadora (que en EE.UU. se las define como clases medias) vieron una reducción de su ingreso familiar de 2.500 dólares. Esta reducción salarial contrastó con el enorme incremento de los beneficios empresariales. La disminución de las rentas de la clase trabajadora ha sido una consecuencia de la debilidad de los sindicatos, resultado de la enorme agresividad de la clase empresarial apoyada por la Administración Bush que ha hecho todo lo humanamente posible para reducir el poder y la influencia sindical en las empresas. Sólo el 7,5% de los trabajadores están sindicalizados, y ello a pesar de que la mayoría de trabajadores en EE.UU. indican que desearían estar sindicalizados si se les diera la oportunidad de hacerlo, lo cual no es nada fácil debido a las grandes dificultades que el mundo empresarial pone a que los trabajadores se sindicalicen. En EE.UU. hay, en general, una relación clara entre el grado de sindicalización de una empresa y el salario de los trabajadores que están sindicalizados en aquella empresa. Los convenios colectivos, por cierto, sólo cubren a los trabajadores del sindicato que negocia, no a todos los trabajadores en la empresa. De ahí que el debilitamiento de los sindicatos a nivel empresarial haya sido una estrategia clave para reducir los salarios. El cambio de gobierno, con una Administración y un Congreso más sensibles a las peticiones de los sindicatos (que apoyaron activamente el cambio ocurrido en la Administración y en el Congreso) ha creado una lucha intensa entre éstos y las asociaciones empresariales. Si usted visita EE.UU. estos días, verá en la televisión anuncios a favor y en contra de la Ley EFCA (Employee Free Choice Act), “La ley de la libre elección en el puesto de trabajo” refiriéndose en el título de la ley a la libertad que los empleados debieran tener para sindicalizarse si así lo desean, impidiendo los obstáculos que la empresa pone para que tal libertad se manifieste. Tal ley ha sido propuesta por los sindicatos y ha sido apoyada por la Administración Obama. La Ministra de Trabajo de tal gobierno, la Sra. Solís (que fue sindicalista, y de padres sindicalistas y la Ministra más progresista del gobierno Obama, apoya activamente la ley frente al director de la oficina económica de la Casa Blanca, el Sr. Lawrence Summers (próximo a la Banca) que se opone. El Presidente Obama, sin embargo, la apoya. La Cámara de Comercio se opone activamente, invirtiendo 200 millones de dólares en campañas televisivas para derrotarla, argumentando que la aprobación de tal Ley implicaría “la desaparición de la civilización americana”, frase que utiliza en la promoción de su postura antisindical. Tal promoción utiliza, por cierto, declaraciones que el Sr. Summers había hecho en el pasado oponiéndose a tal propuesta de ley. Esta Ley, en caso de aprobarse, tendría un impacto sustancial en el incremento de los salarios. Hoy un trabajador sindicalizado consigue, como promedio, un salario que es 33% superior al del trabajador no sindicalizado. Tal crecimiento de los salarios se considera, por la mayoría del Congreso y del Gobierno Obama, como un elemento muy importante del estímulo económico, permitiendo una mayor demanda por parte de la población.
Los niños muertos No deberíamos olvidar nunca las imágenes de los niños palestinos heridos y muertos difundidas estos días por los medios de comunicación. Un padre mostraba el cuerpecito de su hijo como si fuera un cesto vacío; tres hermanos, tirados entre la ropa vieja, recordaban los corderos que se llevan las inundaciones; varios pequeños miraban en un hospital a los adultos como esos animales domésticos que no entienden al hombre. Son imágenes que nos acusan, pues somos responsables de ellas. Somos responsables por nuestra indiferencia, y por elegir en las urnas a gobiernos incapaces de reaccionar con dignidad ante horrores así. Porque estos niños heridos y muertos recuerdan al rey Herodes y la matanza de los inocentes. No es una exageración. Los militares y políticos israelíes que han iniciado esta guerra no son mejores que el cruel rey que ordenó la muerte de los niños. Aún más, Herodes no rehuía la responsabilidad de sus actos. Es la diferencia entre los nuevos señores de la guerra y los villanos que poblaban nuestras fantasías infantiles. Los antiguos villanos se sabían egoístas y malvados, lo que, paradójicamente, les volvía humanos; pero hoy día, ningún poderoso acepta actuar en nombre de sus propias pasiones. Los políticos de Israel se lamentan de que estén muriendo civiles en los bombardeos, pero son ellos los que lo ordenan. La culpa, nos dicen, es de Hamás y de los propios palestinos, que apoyan a grupos terroristas. Los niños mueren, pero nadie se hace responsable de ello, porque el mundo moderno ha apartado de sí la idea de la culpa, como responsabilidad personal. Nuestros gobiernos lamentan, por ejemplo, los horrores de la guerra, pero a la vez venden las armas que se utilizan en los campos de minas en los países del Tercer Mundo, como denunció el fotógrafo Gervasio Sánchez en su valiente discurso en los Premios Ortega y Gasset. El mundo, la moral que hemos creado, absuelve a los poderosos de la responsabilidad y la culpa: les basta con alegar dudosas razones de Estado. Pero la muerte o la mutilación de un niño es uno de esos límites que no se pueden cruzar sin que todo lo que hemos construido, nuestro mundo y nuestros valores, se derrumbe como un castillo de naipes. La razón de esta indiferencia es muy simple: no reaccionamos de la misma forma ante el sufrimiento de los otros como ante el propio. La convicción de que la víctima no es de los nuestros hace que el daño que se le pueda causar no sea visto igual que si fuera uno de nuestro grupo, raza o nación el afectado. Israel se comporta así con los palestinos. No se trata de una guerra de religiones, ni del enfrentamiento de culturas distintas (las culturas árabes, judías y cristianas tienen un tronco común), sino de un simple problema de racismo. En el fondo, una parte importante del pueblo israelí no considera que los palestinos sean sus iguales. Sus gobiernos llevan años deshumanizándolos, y han hecho de Gaza un campo de concentración donde un millón y medio de seres humanos malviven como el ganado. Un sentimiento básico como la compasión desaparece cuando somos incapaces de ponernos en lugar del otro; por eso, los políticos israelíes pueden esgrimir fríamente la existencia de los atentados de Hamás para justificar sus crímenes. Pero Hamás es un grupo terrorista y no tiene sentido hacer responsable a la población civil de sus actos. Aún más,Hamás no existiría si los palestinos no vivieran humillados. Es una organización que instrumentaliza el sufrimiento de su pueblo, y que sin duda saldrá fortalecida de esta guerra. ¿Es tan torpe el Gobierno de Israel para no saber esto o es justo lo que busca para justificar en el futuro el uso arbitrario de la fuerza? Los palestinos de Gaza proceden de Israel, de donde fueron expulsados. Israel y Egipto sellan sus fronteras impidiendo la libre circulación de los bienes y las personas. Los jóvenes no tienen futuro, viven en condiciones de extrema pobreza, y esta ausencia de perspectivas alimenta sus sentimientos de odio, pues la falta de libertad es más exasperante que la pobreza. En sus hospitales no hay medicinas, sus escuelas son pobres, no hay un Estado que les proteja. Debido a ello se vuelcan en grupos islamistas, que dan de comer a sus ancianos y enfermos, protegen a sus mujeres y llevan a la escuela a sus hijos. Sorprende que algo así se mantenga desde hace años ante la indiferencia de todos. Refiriéndose a la situación de los palestinos en Gaza, un periodista escribió: "Aquí la vida y la muerte son lo mismo". Pero, paradójicamente, es el Gobierno de Israel el que se hace la víctima. Para ello apela al miedo, que deshumaniza al otro, pues nos hace verle como una amenaza. Los políticos y militares de Israel causan la muerte de centenares de personas, y dicen estar librando una lucha de supervivencia. Pero son ellos los que tienen el poder, el dinero, la fuerza, frente a los palestinos que no tienen nada. Piensan que haber sido los perseguidos en otro tiempo les da una autoridad moral infinita para hacer lo que quieran. Pero "ser una víctima, ha escrito Elisa Martín Ortega, no implica bondad ni rectitud. No es un valor, sino una condición, una desgracia". Los políticos de Israel hablan de terrorismo, pero qué decir de la guerra que ellos han iniciado, de los bombardeos de las escuelas y los mercados, de los niños que matan. ¿Cómo llamarán a eso? Pero en Israel, esos niños no existen. Sus soldados no hacen daño a los enfermos, ni a las mujeres ni a los ancianos; sus bombas no destruyen las escuelas, los mercados o los hospitales. Hay un control absoluto de la información, y ni en la televisión ni en los periódicos se habla de lo que ocurre en Gaza de verdad. Aún más, ante cualquier crítica se invoca el antisemitismo como argumento defensivo principal, aunque sean sus gobernantes los que estén traicionando los principios de la delicada y honda cultura judía que dicen representar. Es una conducta que exaspera a los palestinos, a los que sólo queda la salida del fanatismo. El fanatismo se alimenta de la debilidad. El principio de que todo hombre debe reconocer al otro como un semejante, lejos de ser evidente, es una conquista de la voluntad. Que la inteligencia venga a socorrer al amor, escribió Antoine de Saint-Exupéry. Sólo los más fuertes, desde un punto de vista moral, son capaces de evitar responder con violencia a los violentos y de escuchar las palabras de la dulce y amigable razón. Emmanuel Lévinas, en una de sus lecciones talmúdicas, habló de las ciudades refugio. Eran lugares en que podían cobijarse quienes habían matado a alguien sin quererlo. Su acción había sido involuntaria, por lo que no podían ser condenados, pero necesitaban protegerse de los amigos o familiares del muerto. Eso era una ciudad refugio, un lugar donde se recibía a los que, no siendo culpables, tampoco eran enteramente inocentes. Lévinas pensaba que Occidente podía verse como una de esas ciudades refugio. Puede que no seamos culpables de las cosas que ocurren a nuestro alrededor, pero tampoco somos inocentes de ellas. No deberíamos olvidar esto, a riesgo de caer en lo más terrible: la indiferencia ante el dolor de nuestros semejantes. Publicado por Roberto en 13:39
Al oír las palomas arrullando en los árboles, unas lágrimas cálidas surcaron mi rostro. Cuando cantó la alondra, mi mente compuso un mensaje para mi querido hijo. Mohammad, ¡qué afligido me siento! En mi pesar sólo Alá puede darme consuelo. Los opresores juegan conmigo, mientras se mueven libres por el mundo. Me piden que espíe a mis compatriotas, y alegan que sería una buena obra. Me ofrecen dinero y tierras, y libertad para ir adonde quiera. Sus tentaciones captan mi atención como un relámpago en el cielo. Mas su regalo es una pérfida serpiente cuyo veneno es la hipocresía. Levantan monumentos a la libertad de obra y opinión, que es algo loable. Pero les digo que tal arquitectura no es sinónimo de justicia. América, cabalgas a lomos de huérfanos, y los atemorizas a diario. Bush, ten cuidado. El mundo sabe ver a un mentiroso arrogante. A Alá dirijo mi súplica y mis lágrimas. Anhelo mi hogar y estoy oprimido. Mohammad, no me olvides nunca. Defiende la causa de tu padre, un hombre temeroso de Dios. He sentido la humillación de los grilletes. ¿Cómo puedo crear versos? ¿Cómo puedo escribir? Después de los grilletes y las noches y el dolor y las lágrimas, ¿cómo puedo escribir poesía? Mi corazón es como un mar bravo, agitado por la angustia, frenético por la pasión. Estoy cautivo, pero mis captores son los criminales. Me sobrecoge la aprensión. Señor, llévame con mi hijo Mohammad. Señor, permite el triunfo de los justos.
Un día del mes de septiembre de 1920, un airado anarquista italiano llamado Mario Buda hizo estallar un coche tirado por caballos cargado con dinamita y metralla en Wall Street, Nueva York, asesinando a 40 personas. Desde aquel prototipo de Buda, el coche bomba ha evolucionado hasta convertirse en la “fuerza aérea de los pobres”, un arma genérica de destrucción masiva que hoy es capaz de excavar enormes cráteres en cualquier ciudad, desde Bombay a Oklahoma City.En esta brillante e inquietante historia del coche bomba, Mike Davis traza el proceso que ha llevado a su utilización y desarrollo en todo el mundo. Y en el mismo desgrana, con su peculiar estilo brioso y apoyado en infinidad de datos, el papel jugado por las agencias estatales de inteligencia —señaladamente las de Estados Unidos, Israel, India y Pakistán— en la globalización de las técnicas de terrorismo urbano. Davis sostiene que, más allá de las apocalípticas amenazas nucleares o bioterroristas, lo que está provocando profundos cambios en las ciudades y en los estilos de vida urbanos es el incesante impacto de los coches bomba, puesto que los privilegiados centros de poder cada vez más se rodean de “cordones de acero” para quedar a salvo de un arma que, sin embargo, parece imposible neutralizar.Mike Davis (Fontana, 1946), activista, profesor de historia en la Universidad de California en Irvine, es uno de los más brillantes ensayistas estadounidenses de la actualidad. Sus artículos pueden leerse en numerosas publicaciones, sobre papel o en páginas web. Entre ellas la norteamericana The Nation; la revista española sin permiso, de cuyo consejo editorial es miembro; el periódico mexicano La Jornada; Rebelión y muchos otros medios. Sus últimos libros publicados en España son Ciudades muertas: ecología, catástrofe y revuelta; Planeta de ciudades miseria; y El monstruo llama a nuestra puerta.
Parte de la entrevista que sacada por el diario PUBLICO ¿El consumo selectivo puede parar sus abusos?
Eso creía. Pero el boicot individual no basta. El consumo responsable, tal vez...
¿Hay salida del túnel, entonces, formas de lucha?
La presión política. Los problemas tienen que ser resueltos a nivel político. El Estado tiene que actuar por la comunidad. Hacer cosas públicas.
Su nuevo libro habla sobre el poder. ¿Más detalles?
Hablo del planeta interrelacionado. Muchos inmigrantes a los que tratamos a patadas son refugiados de la pobreza. Y llegan de países más ricos en recursos. Pero se los robamos.
¿Un círculo vicioso?
La industria agrícola hace que ellos no puedan vivir allí. Es como si yo voy a tu casa, te robo todo. Hago una gran fiesta en mi casa, con tu cerveza, y luego llamas a la puerta y te digo que no estás invitado. ¡Estamos haciendo una fiesta con los recursos de otros!
¿Existen recetas para la crisis desde el altermundismo?
En mi libro, hablo de cuatro puntos. Primero: aprendemos en el sistema a ser competitivos, a tener éxito. El sistema nos enseña a ser hijos de puta. Pero no aprendemos a vivir los sueños, lo que tiene un valor político. Crea autoestima. Y no necesitaríamos vestir Nike.
El segundo punto..
Informar y ser informado. El Foro de Belem es fundamental. Una minoría muy informada (OMC, FMI) convencieron a los Estados de no tener corazón. Pero redes como Attack informaron del engaño.
Nos quedan dos puntos y poco tiempo...
No podemos luchar solos. Nos tenemos que unir. Y luchar con alegría. Que el enemigo vea que nos divertimos. Cuarto, reivindico el humor. Los rebel clowns ayudaron mucho en las protestas masivas contra el G-8, la OMC... El bufón es el único que puede decirle al capitalismo que está desnudo.
Ahora es cuando le llamarán antiglobalizador...
¡Pero si yo lo que soy es globalizador, quiero globalizar la democracia, los derechos sociales! La derecha nacionalista, que impone barreras, es antiglobalizadora. Son antiplaneta, antitodo.
¿La crisis tendrá consecuencias políticas?
Ya está teniendo. Está reforzando las fuerzas populistas, el racismo, el nacionalismo. Y habrá gobiernos que caigan. Tenemos que democratizar las instituciones internacionales y luchar por el internacionalismo que ahora se forja en el foro de Belem.