Último documental del periodista John Pilger en el que denuncia el papel de los medios en el encubrimiento y manipulación de las guerras imperialistas.
De este articulo de John Pilger:
En el manual de contrainsurgencia del ejército de EE.UU., el comandante estadounidense, general David Petraeus, describe Afganistán como “una guerra de percepción… realizada continuamente mediante el uso de los medios noticiosos”. Lo que importa realmente no son tanto las batallas de todos los días contra los talibanes sino la forma en que se presenta la aventura en EE.UU. donde “los medios influyen directamente en la actitud de audiencias claves”. Al leerlo, me recordó al general venezolano que dirigió un golpe contra el gobierno democrático en 2002. “Teníamos un arma secreta”, alardeó. “Teníamos los medios, especialmente la televisión. Hay que tener los medios.”
Nunca se ha gastado tanta energía oficial para asegurarse de que los periodistas se coluden con los autores de guerras rapaces que, dicen los generales amigos de los medios, son ahora “perpetuas”. Al hacerse eco de los señores de la guerra más verbosos de occidente, como el ex vicepresidente de EE.UU. Dick Cheney, partidario del waterboarding [asfixia simulada], quien predicó “50 años de guerra”, planean un estado de permanente conflicto que depende enteramente de que se mantenga a raya a un enemigo cuyo nombre no se atreven a pronunciar: el público.
En Chicksands, Bedfordshire, los entrenadores mediáticos del establishment de la guerra psicológica (Psyops) del Ministerio de Defensa se dedican a la tarea, inmersos en un mundo de jerga de “dominación de la información”, “amenazas asimétricas” y “ciberamenazas”. Comparten el lugar con los que enseñan los métodos de interrogatorio que han llevado a una investigación pública de la tortura militar británica en Iraq. La desinformación y la barbarie de la guerra colonial tienen mucho en común.
Desde luego, sólo la jerga es nueva. En la secuencia inicial de mi película The War You Don't See [La guerra que no veis], hay una referencia a una conversación privada, previa a Wikileaks, en diciembre de 1917 entre David Lloyd George, primer ministro de Gran Bretaña durante gran parte de la Primera Guerra Mundial, y CP Scott, editor del Manchester Guardian. “Si la gente conociera realmente la verdad”, dijo el primer ministro, “la guerra sería detenida mañana. Pero, claro está, no la conocen, y no puede conocerla.”
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