Los conflictos que afronta el mundo en el año que empieza por Jean-Marie Guéhenno.
Reunir una lista de las guerras a las que más atención y apoyo debe prestar la comunidad internacional en 2016 es difícil, y no por buenos motivos. Tras el fin de la guerra fría, durante veinte años, el número de conflictos mortales disminuyó. Había menos guerras y mataban a menos gente. Sin embargo, hace cinco años, esa tendencia positiva se invirtió, y desde entonces cada año hay más conflictos, más víctimas y más personas desplazadas. No parece que en 2016 vaya a mejorar la situación de 2015: lo que está en alza no es la paz, sino la guerra.
Dicho esto, hay algunos conflictos cuya urgencia y cuya importancia son mayores que las de otros. La lista de 10 de este año se inclina hacia las guerras con las peores consecuencias humanas: Siria e Irak, Sudán del Sur, Afganistán, Yemen y la cuenca del lago Chad. Entre ellos figuran conflictos en Estados influyentes y funcionales como Turquía y otros desintegrados como Libia. Los hay que ya son graves pero pueden empeorar mucho más si no se produce una intervención inteligente, como el de Burundi, y tensiones soterradas pero que aún no han estallado, como las del Mar de Sur de China. La lista también tiene en cuenta el ejemplo de Colombia, donde ha habido grandes avances hacia el final de 51 años de rebelión.
En la mitad de los conflictos en la lista de este año intervienen grupos extremistas cuyos objetivos e ideologías son difíciles de encajar mediante acuerdo negociado, lo cual complica el camino hacia la paz. Pensando en 2016, ha llegado el momento de desechar la idea de que la lucha contra el extremismo violento es base suficiente para un plan de orden mundial o incluso para hallar la solución a un solo país como Siria. No cabe duda de que es crucial acabar con las aberraciones del Estado Islámico y otros grupos yihadistas, pero eso también deja al descubierto una serie de dilemas estratégicos: el temor a lo que viene tras la caída de los gobernantes autoritarios (Irak y Libia son ejemplos destacados) crea un sólido incentivo para apoyar a regímenes represivos, pero un orden basado exclusivamente en la coacción no es sostenible. El espectacular aumento de la extensión y la influencia yihadistas en los últimos años es síntoma de unas tendencias más arraigadas en Oriente Medio: el sectarismo creciente, la crisis de legitimidad de los Estados actuales y la intensificación de la rivalidad geopolítica, en especial entre Arabia Saudí e Irán. Cuando el enemigo procede de una región determinada, lo normal es que una acción militar dirigida desde fuera sirva más para agravar que para calmar la situación.
Existe un método alternativo: los Estados podrían ser pragmáticos y tratar de gestionar sus diferencias en lugar de superarlas, y al tiempo dejar margen para que hablen los actores locales. Es una estrategia que requiere valor, paciencia y una diplomacia creativa, pero los dos principales triunfos de 2015 -el pacto nuclear con Irán y el acuerdo sobre cambio climático- dan motivos para pensar que una estrategia internacional basada en encontrar intereses comunes podría funcionar. Existen otros destellos de esperanza: grandes avances en las conversaciones de paz de Colombia, un alto el fuego en Ucrania impulsado por el proceso de Minsk, progresos en la transición democrática de Birmania y una bienvenida, aunque con retraso, resolución del Consejo de Seguridad de la ONU sobre Siria.
La mayoría de los conflictos enumerados aquí exigen una actuación a varios niveles -entre las grandes potencias, en la esfera local y regional-, y ninguno tiene una solución rápida. Las dificultades de poner fin a conflictos en plena agitación hacen que sea todavía más urgente proporcionar ayuda humanitaria y mitigar el coste humano de la violencia, como han dejado muy patente los cientos de miles de refugiados que han huido hacia Europa en el último año. Además, los Estados deben redoblar sus esfuerzos para forjar acuerdos políticos y aprovechar las más mínimas oportunidades de compromiso. La fluidez del momento actual puede y debe servir para construir un orden nuevo y más equilibrado.
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