Camiones de infantería con la bandera de Transnistria cruzando el río Dniéster./ Monk (Wikimedia)
Edward Hallett Carr, en su obra sobre la revolución rusa, deja nota de la anécdota que difundían los marineros del Aurora que afirmaban que lo primero que hizo Lenin al instalarse en el Palacio de Invierno fue colgar en su despacho un cuadro de Pedro el Grande ante la perplejidad de Trotsky, al que le aseguró que la revolución no triunfaría en Rusia si le daba la espalda a la tradición y a su propia historia.
El pasado 16 de abril, el Parlamento de la República Moldava de Transnistria aprobó una resolución en la que hizo un llamamiento a Rusia, la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) y la ONU a reconocer su independencia. La crisis en Ucrania y la anexión de Crimea han despertado las fuerzas secesionistas y los legisladores de la región independentista han recordado que, en el referéndum del 17 de septiembre de 2006 (coincidiendo con la revolución naranja), el 98 % de la población se pronunció a favor de la secesión de Moldavia y la posterior adhesión a Rusia.
Transnistria está situada longitudinalmente entre el río Dniéster y la frontera con Ucrania dentro de Moldavia. Hoy en día, Moldavia incardina estrictamente sus fronteras a la región de Besarabia, creada en 1812 por Rusia tras arrebatársela al Imperio Otomano que ocupaba Moldavia. Rusia llamó a aquella región Besarabia hasta 1940, cuando Moscú crea el Estado de Moldavia como resultado del pacto de no agresión Ribbentrop-Molotov por el que alemanes y rusos se dividieron sus respectivas zonas de influencia en Europa.
Rusificación de Moldavia
Cuando la región rumana de Moldavia fue anexionada por el Imperio ruso en 1812 comenzó un lento pero eficaz proceso de rusificación. En 1829 el uso de la lengua rumana estaba prohibida en la administración. En 1833 la lengua rumana había sido prohibida en las iglesias. En 1842, la enseñanza en rumano estaba prohibida para las escuelas secundarias y quedó prohibida para las escuelas primarias en 1860. En la segunda mitad del siglo las autoridades rusas obligaron a la migración de los rumanos moldavos hacia otras provincias del Imperio ruso (especialmente Kazajstán y Siberia) mientras que se alentó a los grupos étnicos extranjeros (rusos y ucranianos) a establecerse en Besarabia.
Según el censo rumano de 1817, Besarabia estaba poblada por un 86 % de rumanos moldavos, un 6,5 % de ucranianos y un 1,5 % de rusos. Tras ocho décadas, la proporción de la población rumana se redujo en un 30% y la de rusos pasó a ser la segunda mayor población de Moldavia.
El idioma nacional moldavo, creado entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial por las autoridades soviéticas, era en realidad la propia lengua rumana pero escrita con la escritura cirílica del alfabeto ruso. Los efectos culturales y lingüísticos de la rusificación se manifiestan hoy en delicadas cuestiones de identidad. Como cabe esperar, en la región separatista de Transnistria el idioma oficial es el ruso.
En 1990, y originando una Guerra Civil, fue cuando se instauró unilateralmente la república moldava independiente de Transnistria, no reconocida por ningún Estado miembro de las Naciones Unidas. Aunque no se diga oficialmente, la población de origen ruso promovió la guerra. Las autoridades civiles y militares del alto mando moldavo de origen ruso dieron órdenes específicas que permitieron que los tanques y acorazados moldavos cruzaran el río Dniéster hacia Transnistria, cuando tenían aviación e infantería para impedirlo.
Hoy, Transnistria es una república presidencial no reconocida pero independiente, con su propio gobierno, parlamento, ejército, policía, sistema postal y moneda. Sus autoridades han adoptado una constitución, bandera, himno nacional y escudo. Sin embargo, sólo Nagorno – Karabaj, Abjasia y Osetia del Sur mantienen relaciones diplomáticas con Transnistria y reconocen el país.
El binomio economía y educación
Para llegar a Transnistria hay que coger el autobús de la Gara Centrala en Chisináu. Desde Odesa, en el año 2006 la carretera a Moldavia estaba en muy mal estado. Cuando llovía se encenagaba y contaba sólo con un carril que era precisamente el más frecuentado por el contrabando. Al llegar al puesto fronterizo se tenía la sensación de estar en los años 40, porque había que traspasar una simple barra rojiblanca y entrar en una garita custodiada por soldados inflexibles a los que convenía decir a todo que sí, especialmente en cuestiones monetarias.
Transnistria tiene su propio banco central que emite la moneda de Transnistria, el rublo. La economía de Transnistria se describe con frecuencia como dependiente del contrabando y el tráfico de armas, y ha sido etiquetada en no menos ocasiones de État voyou (Estado paria). Estas acusaciones son negadas por el gobierno de Transnistria y minimizadas por los funcionarios de Rusia, sin embargo, el Banco de Transnistria existe y se sostiene porque cuenta con el respaldo financiero de Moscú.
Junto con la economía, otro contrafuerte de la independencia es la educación que tiene lugar en lengua rumana pero usando un alfabeto cirílico. El uso de la escritura latina se restringió a sólo seis escuelas después de 1990, y cuatro de estas escuelas fueron cerradas por la fuerza por las autoridades transnistrias que afirmaban que era debido a la negativa de las escuelas a solicitar su reconocimiento oficial. Estas escuelas fueron posteriormente registradas como escuelas privadas y reabiertas. Pero en noviembre de 2005, Ion Iovcev, director de una escuela de lengua rumana en Transnistria y crítico con los dirigentes de Transnistria, recibió llamadas con amenazas de muerte que denunció y atribuyó a sus críticas al régimen separatista.
La kaliningradización de las fronteras
Como hemos visto, Transnistria ha sido una región de Moldavia poblada por rumanos de origen moldavo que sufrió un proceso de rusificación a partir de 1812. Hoy en día, es un museo vivo de la antigua URSS que paradójicamente practica un capitalismo salvaje e insostenible. De hecho, si Rusia no estuviera prestando constante ayuda financiera en un mes colapsaría y tendría que volver a incorporarse a Moldavia.
Cuando la URSS dirigía los designios de Moldavia, los pobres trabajaban en el campo y las fábricas mientras los rusos ocupaban los mejores cargos en la administración. Es precisamente la herencia de aquel tiempo la responsable de que cuando un moldavo se encuentra con un ruso, de inmediato se pone a hablar en ruso asumiendo el papel de socialmente inferior.
Con este escenario, el futuro próximo de la región fronteriza del río Dniéster está dejando de ser incierto. La anexión de Crimea y la sublevación de las provincias rebeldes de Ucrania ha reafirmado a los secesionistas, mientras el Parlamento de Transnistria pretende ahora introducir la legislación rusa en todo el territorio, lo que no dejar de ser consecuencia de la política de kaliningradización de Moscú y el preludio de una probable unificación con Rusia.
Diplomáticamente, Rusia defiende la concesión de un estatus especial a Transnistria, mientras la UE propone que la región permanezca en el seno de Moldavia como una autonomía con grandes competencias. Pero en la calle, la población sufre un conflicto identitario y al igual que en Ucrania, Transnistria se encuentra dividida entre Rusia y Occidente.
Por un lado, los transnistrios anhelan volver a formar parte de una Rusia que tuvo siempre misión de imperio, cristiano o pagano, mientras por otro lado, la posibilidad de entrar en el espacio Schengen promete, aparentemente, la posibilidad de una vida con más oportunidades. Al tiempo, y como si fuera un nuevo Pedro el Grande, Vladimir Putin le va devolviendo al mundo una bipolaridad perdida en 1990 que algunos creyeron el fin de la historia. Sólo cabe esperar que una nueva bipolaridad no traiga consigo otra Hora 25.
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