isla_negra
Algo, sin embargo, es absolutamente cierto, muy pocos se imaginan cuán cerca
puede estar la desaparición de nuestra especie. Hace casi 20 años, en una
Cumbre Mundial sobre el Medio Ambiente en Río de Janeiro, abordé ese peligro
ante un público selecto de Jefes de Estado y de Gobierno que escuchó con
respeto e interés, aunque nada preocupado por el riesgo que veía a distancia
de siglos, tal vez milenios. Para ellos, con seguridad, la tecnología y la
ciencia, más un sentido elemental de responsabilidad política, serían
capaces de enfrentarlo. Con una gran foto de personajes importantes, los más
poderosos e influyentes entre ellos, concluyó feliz aquella importante
Cumbre. No había peligro alguno.
Del cambio climático apenas se hablaba. George Bush, padre, y otros
relumbrantes líderes de la Alianza Atlántica, disfrutaban la victoria sobre
el campo socialista europeo. La Unión Soviética fue desintegrada y
arruinada. Un inmenso caudal del dinero ruso pasó a los bancos occidentales,
su economía se desintegró, y su escudo defensivo frente a las bases
militares de la OTAN, había sido desmantelado.
A la antigua superpotencia que aportó la vida de más de 25 millones de sus
hijos en la segunda guerra mundial, le quedó solo la capacidad de respuesta
estratégica del poder nuclear, que se había visto obligada a crear después
que Estados Unidos desarrolló en secreto el arma atómica lanzada sobre dos
ciudades japonesas, cuando el adversario vencido por el avance incontenible
de las fuerzas aliadas no estaba ya en condiciones de combatir.
Se inició así la Guerra Fría y la fabricación de miles de armas
termonucleares, cada vez más destructivas y precisas, capaces de aniquilar
varias veces la población del planeta.
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