24-07-2006
Israel es el peligro
Santiago Alba Rico
Diagonal
Desde hace al menos 60 años, Occidente viene haciendo un esfuerzo sin precedentes, en armas, dólares y palabras, para ocultar dos ideas sencillas y terribles que, indisociables entre sí, deberían hacernos temblar. La primera es que Palestina constituye la grieta moral del mundo globalizado, el punto vertebral por el que se está rompiendo ya la humanidad entera. El segundo es que Israel constituye la máxima amenaza, no ya para la vida y la dignidad de los palestinos, sino para cualquier esperanza de paz y estabilidad en nuestro planeta.
El pueblo palestino no es quizás el pueblo más castigado de la tierra, pero es el pueblo más públicamente castigado de la tierra; no es tal vez el pueblo que más ha sufrido pero es aquél cuyos sufrimientos nos son más ininterrumpidamente visibles. Paradójicamente esta visibilidad (más allá de las mentiras) hace aún más vulnerables a las víctimas; confiere a la agresión una especie de dimensión bíblica, la autoridad estrepitosa de una intervención divina, y frente a ella el objeto de la cólera de Dios se degrada moral y ontológicamente. Cuanto más brutales son las agresiones de Israel más culpables nos parecen sus víctimas. Cuanto más públicamente contrarias a Derecho, más injusta y condenable se revela, no ya la resistencia, sino la existencia misma de los palestinos. La legítima captura de un soldado invasor aparece a los ojos del mundo como un crimen monstruoso y originario a la luz precisamente de la respuesta monstruosa de Israel, que amenaza de muerte a 1.200.000 personas y a dos países soberanos; eso que eufemísticamente llaman los cobardes "uso desproporcionado de la fuerza" es la fuente de legitimación religiosa del sionismo: toda defensa frente a la Ocupación es respondida con una plaga, y la "desproporción" misma del castigo prueba al mismo tiempo la existencia de Yahvé y la abyección de la víctima. Ningún Auschwitz albergó nunca 1.200.000 prisioneros; Gaza sí. Ningún Auschwitz fue celebrado o aceptado públicamente; Gaza sí. Lo que los nazis ocultaron, sacralizando así a sus víctimas, los israelíes lo exhiben sin vergüenza, sacralizando de esta manera su agresión. La publicidad del crimen alimenta la fuente religiosa, extrajurídica, de la legitimidad sionista. El mundo quizás pueda soportar sin inmutarse la agresión a los palestinos, pero no podrá soportar indefinidamente esta agresión religiosa al espacio público sin rebelarse o sin romperse.
Israel no es quizás el Estado más injusto y criminal de la historia, pero sí es quizás el que lo ha sido durante más tiempo y con más impunidad. Nace con un crimen y cada minuto de normalidad de sus ciudadanos es contemporáneo de un nuevo crimen. Tiene permanentemente, por así decirlo, su origen delante de los ojos y vive sin descanso en la violencia ampliada del origen, como en una maldición griega. Ariel Sharon, en una entrevista de 1984, se decía dispuesto a matar un millón o dos de árabes para conseguir que Israel fuera, después de eso, un "país normal", con un pasado inmoral y un presente limpio y decente, como todos. Los palestinos, venía a decir, son nuestros "indios", nuestros "moriscos", nuestros "judíos". Pero no, mientras vuestros "judíos" palestinos resistan, estaréis condenados a vivir siempre en el origen (y a contraponerle el otro origen, ya desgraciadamente "mitológico": el holocausto); y tendréis que violar todas las leyes, matar niños en sus camas, derribar casas, arrancar árboles, levantar muros, secuestrar mujeres, bombardear mezquitas, encerrar a millones en ghettos y lager a cielo abierto, matar a miles de hambre y sed y, enloquecidos por esta hybris de Yahvé, mandar también vuestras plagas al Líbano, a Siria, tal vez a Irán. Vuestra ley implica necesariamente esta alternativa mortal: o Dominio o Apocalipsis.
Israel reúne en su fragua el desprecio por la vida de Al-Qaeda, el "fundamentalismo" de Irán, el racismo de la antigua Sudáfrica, el arsenal nuclear de Corea del Norte, el nacionalismo colonial de la antigua Bélgica y la fuerza militar de China. Esta concentración sin igual de peligros, incrustada en la zona más frágil y codiciada del planeta, es apoyada económica, militar y políticamente por EEUU, potencia imperialista desencadenada, y consentida por la UE y la mayor parte de los gobiernos del planeta, incluidos los tiránicos y despreciables regímenes árabes. Los que no vean al menos el peligro, están llamando a gritos al Ángel Exterminador
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